domingo, 31 de marzo de 2013

Entrevista en Tiempo Argentino


Un escritor que detiene y entretiene. Su obra es como un rogel de mil capas, cada una con sabor y olor propios y diferentes. Nada se repite. Cada párrafo es un andarivel que invita a recorrer y a recordar. La polifonía matancera, sin fecha de vencimiento.   


(Por Sergio Di Nucci). Todos los elementos que se esperan de una gran novela de superacción están en Kryptonita de Leonardo Oyola. Hay violencia, hay crimen y delito; hay fidelidad, sexo y traición; hay enormes escenarios del Cercano Oeste que parecen abrirse a infinitos horizontes argentinos. Pero, como en toda gran novela, el todo es más que la suma de las partes. El protagonista se llama Nafta Súper y es líder de una banda. La ley de la épica dicta que su enemigo debe estar a su altura y magnitud. Y así es. El Pelado lidera otra banda, e hirió de muerte a Nafta Súper usando como arma una botella de cerveza de envase verde. Poco a poco, pero con velocidad e intensidad crecientes, estos detalles desplegarán una trama cuyos fatales y letales antihéroes no son  otros que los superhéroes con cuya pugnacidad han crecido enteras generaciones de argentinos y argentinas. Los amigos de Nafta Súper llegan a la guardia hospitalaria –de un famoso hospital público del Oeste con nombre parisino-, y querrán sacarlo con vida, evitando que él caiga preso, tomando como rehenes al propio narrador y a una enfermera. Ahí llegan la travesti Lady Di (Mujer Maravilla), Ráfaga (Flash), Juan Raro (Detective Marciano y a la vez homenaje a Olaf Stapledon y su libro del mismo nombre), Faisán (Linterna Verde) y El señor de la Noche (Batman). 
Esta panoplia de nombre irreales, sin embargo, se ve desde un comienzo desmentida o confrontada con las realidades plebeyas, demasiado plebeyas de los sectores más heavy del Conurbano del Oeste. Por todo esto, y también por el modo que tiene Oyola de contar las cosas, y la inventiva verosimilitud  creativa de los modos de hablar y pensar de sus protagonistas, es que esta novela cosechó tantos elogios. 


–No parece muy justo cuando se dice de vos que sos parte de una generación que habla del Conurbano, porque si bien lo hacés, lo tuyo es otra cosa…
–No sé… Cuando me hacen este tipo de preguntas me incomodo, y de pronto uso mucho una frase que dicen los pibes allá, que es "no lo pensás, lo hacés", yo hago eso. Entonces a mí, el mejor piropo que me han dicho todos estos años es que le guste lo que hago a mi papá, a un pibe de allá, o que me lleven a la facultad de Posadas… Yo creo que el libro, yo soy el autor, pero lo termina de cerrar el tipo que lo lee. Uno al leer tiene mucha cosa adentro, que termina por linkear eso que leés a otra cosa. Justamente el verbo que me parece de esta generación es ese: linkear. Y eso que uno lleva adentro te predispone en lo que estás leyendo, quieras o no.
–¿Qué te parece el Conurbano en que viviste y el que narrás?
–Recién ahora me estoy amigando y no del todo con la palabra Conurbano, porque para mí toda la vida eso fue un lugar de identificación. Yo soy de la provincia y matancero. Después hay cosas que nos exceden, como lo de "nueva narrativa", o "nueva narrativa del Conurbano", etcétera. Las dos primeras novelas que hice son policiales y transcurren acá. Y en algún punto, y por favor no quiero ser pretencioso… pero eran novelas policiales más clásicas, las otras fueron mutando, porque me gusta una hibridez en el género…
–Una hibridez que evocás desde el modo en que reproducís los modos de hablar del oeste…
–La jerga de por sí va cambiando… Hay una muy buena que se le dice ahora allá con los pibes, que se la dicen al que está bailando lindo: "no te hagás el Piquín", y por ahí esa frase en cinco años desaparece
–Se ha dicho de tu última novela, Kryptonita, que se trata de una biografía polifónica y radiografía matancera. Lo segundo es evidente, acaso no tan inmediato lo primero, ¿podrías explicar en qué sentido es una biografía polifónica?
–A los personajes de la novela quise darle características sobresalientes ya sea en hechos puntuales de la historieta o de alguna de las películas que a cada uno de ellos remite, más cosas mías. Por ejemplo el apodo, "Pinino", es como me dice mi familia. Cuando se dice que Kryptonita es una biografía polifónica acaso mencionan que a todos los personajes les presté algo de mi prontuario. No solamente a Nafta Súper. Las anécdotas de la cancha como las del Jesse James –el Yesi como lo pronuncian allá– las de carnavales, son casos que he vivido, pero que sólo pude narrar estando afuera de todo esto, cuando me fui de allá. Monchi está basado en  mi Monchi, en mi hijo Ramón. Creo que escribir Kryptonita fue la forma de pedirle perdón e intentar contarle porqué no pude ser un padre tradicional para él.


–¿Podrías explicar el concepto que usaste en esta y otras obras, el de elseworld?
–Es un concepto que me lo explicó Juan Sasturain y surgió del mundo del cómic. Y significa poner a un personaje conocido en otro escenario o en otro tiempo, modificando así su universo y también su historia. El elseworld por excelencia es Hijo rojo, porque trata de que Superman bebé cae del planeta Kryptón, pero en vez de caer en los Estados Unidos, lo hace en la Unión Soviética. Mi novela plantea eso mismo, lo que hubiera ocurrido si el último sobreviviente del planeta Kryptón se criara en La Matanza, en Isidro Casanova.
–Se habla mucho del modo en que reproducís la jerga del oeste, de un modo que vos, en entrevista, jamás te jactás aludiendo a grandes esfuerzos… ¿Tenés presente  a quiénes…?
–La jerga sabe ser bien localista. Es un poco como nosotros hablábamos cuando vivíamos por esas calles. Tampoco es a la hora de escribirla como si desgrabaras un audio de una entrevista. Es intentar darle toda la vida posible por más que esté haciendo ficción. Hay muchos personajes que no hablan. Y el protagonista, lo que piensa y es, se ve reconstruida desde otras voces… me parecía muy importante no quedar sólo desde la visión de  un solo personaje, sino que cada vida se vaya reconstruyendo a partir de lo que dicen o no dicen de él los otros. 
–¿Estas trabajando en una próxima novela? ¿De qué trata?
–Trata sobra una chica que está privada de su libertad y una guardiacárcel, se arma un motín, dos facciones que quieren tomar el control del penal. Y a la guardiacárcel la toman de rehén, pero a pesar de que ellas dos habían cortado un tiempo antes, ella, la interna, va a buscarla para defenderla. En el medio se levanta una tercera facción en el penal, que ellas no esperaban. Coloquialmente se lo conoce como la sección D, que es por "desahuciados", donde mandan a todos los que están en fase terminal, con enfermedades infectocontagiosas, adictos al paco, sobre todo, para que terminen ahí. Me permití jugar con eso, sin que mencione la palabra zombie, pero que aparezca ese pabellón, y esa gente que vuelve, vuelve con bronca, porque los dejaron morir en esas condiciones. Se trata de combinar una trama clásica con una literatura zombie, por eso tuve que leer y ver mucho de ese mundo, series, etcétera, que está tan en boga… Con el zombi no podés negociar, está en su naturaleza. Porque además el zombi justamente no es algo natural. Lo que es terrible es cómo, ante esos contextos, se deshumaniza el hombre, las exigencias de cada uno, salvar a tu grupo era lo que me propuse explorar, y en un ambiente cerrado. Creo que saldrá para septiembre o diciembre, va a tener sus 300 páginas, y saldrá por Alfaguara.


–¿Dónde estas viviendo ahora y de qué vivís?
–Ahora vivo en Almagro. Desde el 2008. El año anterior me bancaron un editor en su casa de San Telmo y Pablo Ramos en la suya de Paternal. Desde 2006 me dedico de lleno a escribir. Colaboro en diarios y en revistas pero básicamente mis ingresos fuertes vienen de mis libros. Anticipos, traducciones, señas para películas, presentaciones en el interior del país... todo dosificado en cómodas cuotas. Cuotas chicas. Me acostumbré a vivir con poco. Porque creo que soy mejor persona mientras leo y escribo. Además para mí es una enorme satisfacción mantenerme con guita que sale de lo que soy y lo que hago. Y cada vez que me puedo dar un lujo (comprarme un DVD, un CD, alguna pilcha, todas mis salidas, lo que tomo en un bar, hacer regalos me gusta mucho hacer regalos) sé muy bien lo que costó, de dónde vino y por eso lo disfruto más.
–Otra pregunta obligada es por autores predilectos, pero más bien los de antes…
–Cuando me largué a leer me volaron la cabeza Bradbury y La Naranja Mecánica de Anthony Burguess. También mucho Tabucchi. De acá, Soriano y Enrique Medina.
–¿Qué te parece el oeste hoy, cambió respecto de ayer? 
–El oeste hoy sigue siendo lo mismo que cuando yo empecé a patearlo. Con el pulso de los días que nos tocan vivir hoy. Hay cada vez más gente eso sí. La única diferencia es que en este momento están asfaltando la calle de la casa de mis viejos. Estábamos resignados a que eso no pasara.