LO QUE SE PIERDE
Alejandra Zina
Carne Argentina
Cuentos
64 págs. – 2005
I. Los últimos que los vieron vivos. La autora leyendo en la galería del patio de su escuela A sangre fría, invocando años más tarde al gran Truman en aquello de que “nuestros verdaderos temores son el ruido de pisadas que recorren los corredores de la mente, y las ansiedades, las fantasmales imaginaciones que originan”. Ese es el puntapié inicial para que Canning antes de ser Scalabrini Ortiz, el Palermo Viejo, el Palermo a secas de Alejandra Zina, como escenario tenga una marcada influencia en la mayoría de los relatos del libro.
II. Personas desconocidas. ¿O no tanto? La autora saca una voz masculina fuerte para narrar en primera persona "Vieja Puta", "Baldío" y "Picazón". Ahí, donde muchos ven crudeza extrema hay más bien un disco de Calamaro: una honestidad brutal que también campea todas las voces que se alzan en "Carioca", propias de las curdas de madrugadas, sinónimos de sinceridad mal que nos pese. La misma sinceridad que atraviesa los diálogos impecables de "Con cama adentro", o el relato de la ejecución en "El hijo", cuento de perturbadora confesión. Inquietante, también, como lo que le pasó al personaje homónimo de "Waldemar", en cuya dedicatoria se ensaña aún más lo que en el texto se develará.
III. Respuesta. Visceral, agresiva y contundente es la escritura de Zina. Y si uno la termina acompañando ya sea a un terreno baldío o a una fiesta de cumpleaños es por esa primera persona cómplice, curtida, sin arrepentimiento. Lo que se pierde es no haberla vivido.
IV. El rincón. Y siguiendo con las citas a Capote, estos siete relatos son como el pueblo de Holcomb, como ese lugar, visibles desde lejos. Porque el valor de este libro no está en la sensación de deja vu ni el linkeo a las experiencias propias como lector. Hernán Lucas lo advierte en la contratapa: el asunto pasa por el fuera de campo, en lo que insinúa y no cuenta.
Manuel Ovejero
A publicarse en el próximo número de la revista "Oliverio".