domingo, 29 de enero de 2012

Buenos amigos


Hace casi ya veinte años que leí por primera vez a Soriano gracias a un gran amigo mío, Patricio Viltes, con el que supimos ir de vacaciones junto a una banda con la que repetimos el ritual tres veranos seguidos. El era el que se compraba sus libros. Yo el que se los manoteaba durante la convivencia estival. Y, entre tantas cosas que compartimos con Patricio, una fue la de haber entrado al mundo de Soriano a través de sus Cuentos de los años felices. Como todo autor del que uno se engancha empecé a necesitar leerlo más. Y durante esa fiebre adquirida por su literatura, un jueves frío de mayo del ‘94 se estrenó la versión cinematográfica de Una sombra ya pronto serás.
Con otro gran hermano que me dio la vida, Beto Zárate, fuimos a verla esa noche. Los cines allá en el oeste hacía rato habían desaparecido. Y lo único que nos quedaba era venir a Capital. Como yo salía de la facultad no me costaba nada llegar hasta el Ocean. Beto, que se tenía que tomar dos bondis y el Sarmiento desde Rafael Castillo, la tenía más difícil. Y, obviamente, se le complicó en el viaje y llegó tarde. Nos amanecimos jugando unos fichines en un Sacoa de la calle Lavalle. Haciendo tiempo hasta que se hiciera hora de que saliera el primer tren del día a Moreno. Y quedamos que la íbamos a ver juntos. Después no pudimos coincidir mientras estuvo en cartel. Y yo nunca vi esa película. Ni siquiera en la tele.
Lo que sí no se me pasó fue el documental de Montes Bradley sobre Soriano. Otra noche fría y de otoño pero del ‘99. En el Cosmos 2. En esa sala que tenía sillones que incitaban al abrazo del acompañante. En una función llena de parejitas. En la que los dos únicos tipos sentados en el mismo sillón éramos el Chancho Paz y yo. Sí, sí: mucho más que amigos... Como el maestro Laiseca y Soriano: Lai siempre le agradeció y le reconoció la generosidad que tuvo el Gordo con él, que fue el que le hinchó las pelotas a Corregidor para que le publicaran Su turno –el primer libro editado del maestro–; Lai siempre le agradeció y le reconoció también el último gesto que tuvo Soriano con él: el de invitarlo a cenar para charlar de cualquier cosa, el de jamás contarle que estaba enfermo y que le quedaba poco, muy poco; el de haberle dicho adiós de esa manera, tácita, solo haciendo lo que hacen dos buenos amigos.
En el 2008 viajé por primera vez a España. Y me encontré, sin saberlo, con un hermano mayor: Carlos Salem. Aunque yo le digo que es mi papá para hacerlo enojar porque es coqueto con la edad. A los dos nos había publicado la misma editorial. Cuando leí su Camino de ida no pude dejar de pensar dos cosas: 1º) qué bueno que va a estar conocer a este tipo, y 2º) en Soriano. Charly Salem es heredero por excelencia de esas obras. Y en ese departamento de Tirso de Molina, hurgando en su biblioteca, recuerdo acariciar con dos dedos el lomo de Piratas, fantasmas y dinosaurios, y de darme el lujo de sentir a Soriano como a Patricio Viltes, Alberto Zárate, Damián Paz, Lai y Charly: como a un gran amigo.

Creador de personajes inolvidables, de un universo que contenía la historieta, la novela negra, el cine y la historia argentina, de una literatura que era, a la vez, popular y refinada, Osvaldo Soriano sigue siendo uno de los escritores más entrañables y leídos a quince años de su muerte. En estas páginas lo recuerdan sus amigos y sus lectores, cada uno a su manera: Ariel Dorfman, Rodrigo Fresán, Angel Berlanga, Leonardo Oyola, Miguel Rep, Cristina Feijóo, Guillermo Saccomanno, Juan Sasturain y Carlos Bosch. HOMENAJE A 15 AÑOS DE SU MUERTE en Página12/Radar.

lunes, 23 de enero de 2012

Una entrevista en Cuadritos


(Por Andrés Valenzuela). “Me siento muy mimado, piropeado. Me alegra porque si bien desde el oficio uno trata de dar todo y esta vez pude hacer la pirueta hacia el lado del cómic, también me expuse mucho, porque hay mcuhas cosas autobiográficas”. Quien habla es Leonardo Oyola, el autor que llevó a Kal-El (Superman, para los amigos) al conurbano en la magnífica novela Kryptonita. La historia -su octavo libro- obtuvo una excepcional recepción en el habitualmente crítico ambiente historietístico, una tribu de la que, confiesa, se considera “parte”.

Oyola, como sus personajes, también se crió en el conurbano bonaerense y forma parte de una generación de escritores para quienes los barrios allende la Avenida General Paz son un paisaje habitual en sus vidas y sus textos. Allí, desde la ficción, pueden plasmarlos con genuina carnadura y rompiendo con los estereotipos. No sorprenden, entonces, los buenos comentarios recibidos, tanto en medios de alcance nacional como en los círculos estrictamente historietísticos. Además de la mencionada reseña en Cuadritos (enlazada arriba), vale destacar el comentario de Andrés Accorsi y la “crónica cultural” de Fernando Calvi, para la revista Ñ, que acompaña esta entrevista.

“No me parece casual que haya pasado así porque ya tengo cierta espalda. Entonces me pude animar a hacer esto y ser juguetón. ¿Viste que la novela empieza bastante oscura y después…? Después yo me daba cuenta que no quería ni tenía que juzgarlos a los personajes, ellos hacen lo que deben dentro de sus códigos”, reflexiona sobre esta vida de un Superman criado entre calles de tierra y esquina. “Tampoco quería quedarme sólo con la cosa iconoclasta, entonces tuve que indagar un poco en cada personaje y prestarle a ellos vivencias mías. Pocas veces sentís cuando te desdoblás de lleno con algunos personajes. Lady Di (su versión de la Mujer Maravilla) es un personaje que para mí tiene vida”.


La idea detrás de Kryptonita surgió charlando con Juan Sasturain. Cuenta que habían ido a los estudios de la radio Rock and Pop a una entrevista sobre la colección Negro absoluto, coordinada por el director e la revista Fierro. Pero les habían dicho mal la hora. “Ahí charlando él me tiró que por qué no pensaba el asunto de los superhéroes”, recuerda. “Me explicaron lo de los elseworlds y sobre Hijo Rojo“. A sus lecturas de juventud (alguna saga de Hulk, Alan Moore, Frank Miller, Alex Ross) se le abrió todo un mundo nuevo.

“Empecé a escribirla muy lineal y me di cuenta que no funcionaba, que se quedaba sólo en el gesto o en el chiste que se agotaba enseguida”, analiza. Entonces advirtió Héroe, el film de Yimou Zhang. “Me hizo acordar a Rashomon, leí En el bosque de (Ryūnosuke) Akutagawa y pensé voy a contarlo desde tres puntos de vista, pero eso tampoco funcionó”. Curiosamente, la pista que lo puso en el camino correcto llegó de la televisión. Pero no de una serie particular, sino más bien de la falta de ellas: la huelga de guionistas de 2007 y 2008. “En un artículo leí que en los ’70 ya había pasado, pero que los más jodidos con este tema son los actores. ¿Qué hacían? Normalmente cuando uno quería pedir más cachet a mitad de temporada no se presentaba a grabar. Entonces hacían unos episodios en que aparecía alguno de los personajes secundarios como protagonista o la sencilla: pasaba algo y el resto del elenco estaba recordándolo al tipo con material de archivo”.


En Kryptonita, el relato comienza en un hospital, cuando los miembros de “la banda de Nafta Super” llevan al malogrado alienígena a la sala de urgencias. “Yo ya me había propuesto que mi Superman jamás iba a hablar, que íbamos a conocer de él por los otros”, explica Oyola, “pensaba que el narrador tenía que ser lo más objetivo posible y ahí se me ocurrió lo del médico, porque había hecho otras investigaciones sobre los nocheros, del cóctel de drogas que se preparan y hacer que el mismo tipo dudara si estaba alucinando o no”.

Los más importante, cree, era “encontrarle las voces a los otros personajes”. Por eso mientras el médico relata la tensión en el hospital, son Lady Di,Ráfaga y El Federico quienes se dedican a pensar la vida del muchacho al que acaban de sacarle “un vidrio verde como de cerveza” de la espalda. “MiMujer Maravilla, mi Flash y mi Batman son los que están contando todo. Al principio quería que los otros también contaran, pero después me di cuenta que era muy exigente para el lector”. Los otros personajes, además, son menos obvios para quienes no conocen en profundidad a la Liga de la Justicia, o no vienen del palo comiquero.

¿El relato tiene una cosa de contar con pinceladas, como de “historias mínimas”, verdad?
- No creo que haya sido de manera muy conciente, pero al contar el lugar del que yo también vengo y posicionarme en el pasado, la idea que yo tenía que contar era que estaba todo bien con el pasado. Es la que te tocó vivir y estás en paz con eso o no. Pero en el caso del Pini, de Nafta Super, a él le pasa que los quiere un montón a todos pero ya no se siente parte, se quiere ir. Por lo que noto, hay una mirada de acá (Capital Federal) sobre el conurbano, que todo es siempre mucha miseria. Tampoco quería hacer una cosa de alegría dentro de ese ambiente, aunque yo defiendo Slumdog Millionaire, porque me parece que uno se aferra a esas cosas que son como chiquitas y que valen ahí. Después si te alcanzan para seguir en el día a día es otra historia.


-¿Algún ejemplo? 
-Ponele, una anécdota como lo de la pendeja de ojos verdes que Pinino conoce bailando. Está todo mucho más que chévere con ir a bailar así a un “hueco” uno, dos fines de semana, tres. Capaz todo un año cuando sos adolescente. Pero después la verdad querés tener un dinero en la mano y decir… no sé “lo voy a gastar en los 60 mangos que vale un buen libro”. O capaz no lo hacés, pero tener ese dinero en la mano te gustaría. Por ahí vas a buscar otra cosa. En el momento me parece que era eso lo que estaba pasando con el personaje y quería mostrarlo.

Esta cuestión de la anécdota los acerca al lector, ¿verdad?
- Sí, porque es poder mostrarlos a ellos, contar cómo fueron ciertas situaciones que les tocaron vivir, cómo reaccionarían, o cómo lo vieron. Todo el mundo se divierte mucho con El Faisán, las salidas que tiene, cómo habla. Pero yo pienso esto: si Pinino no sobrevive, capaz por deporte el Faisán mata al médico, porque lo tiene montado en un huevo porque habían dejado morir al pibe chorro. Y si pasa eso ya no sé si lo mirás tan contento al chabón. Es esa la cuestión, me parece, lo que te toca jugar y en el momento en que te tocó. Entonces todas esas anécdotas me parece que servían para hacerlos cercanos y para tener una pincelada: te estoy contando esta historia con esta cosa apresurada porque en cualquier momento entra la cana y estamos haciendo tiempo para que se recupere él.

Un chichoneo con la historieta

Mientras el grabador marca los minutos grabados, avanza la producción de una historieta con guiones suyos y gráfica de Iñaki Echeverría, un amigote que lo emociona con los dibujos que parten de sus palabras. El metejón con el cómic, sin embargo, le llegó mucho antes y “desde el palo de los superhéroes”. Se metió en una comiquería (Camelot) buscando material para un trabajo de la facultad y, cuenta, se encontró “con un dealer de aquellos”. “Me preguntó de qué me acordaba más de cuando era chico, me hacía la danza de Adam West”, rememora. Terminó comprando un número autoconclusivo de Hulk. “A la vez, si no te ofendés, me dice, te regalo esto. Y ahí cagué fuego”. Entre el 96 y el 2000 Oyola iba religiosamente al local donde “la bolsita preparada” lo esperaba.



“Me hubiera gustado tener la teca como para decir liquido la saga en un año, pero después estaba enganchado con otro personaje”, continúa. Sucede que, cuando lo vieron leyendo, en el barrio varios “salieron del clóset”. Un amigo “parco, alto, dos metros diez, callado, un día me ve con una historieta y me dice me alegra verte con eso porque nunca le conté a nadie que yo sigo Batman”. Entonces el escritor en ciernes conoció a Alan Moore, el Arkham Asylum de Gran Morrison y Dark Knight returns, de Frank Miller. “Él siempre jodía con que así como vio a los Stones, vio a Sandro, y eso garpa, y así como leí todo Cortazar, también leí todo Frank Miller. Y eso garpa”. Con ese y otro amigo solían prestarse historietas.


“Esa fue la primera aproximación importante. Después tuve mi primera pareja, que no miraba con mucho agrado esto. A la vez te vas a convivir y vas fifty-fifty. No era un gasto importante, pero hinchaba. Después con el fin del 1 a 1, se fue a la mierda. Por suerte estos dos amigos siguieron y ahí pude ver otras cosas. Paralelamente, a finales de 2001, comienzos de 2002, lo conozco a Max Aguirre. Y nos hicimos muy, muy amigos. Entonces él y quien termina siendo el padrino de mi hijo, Pablo Manzotti, me acercan mucha historieta, más que nada cómic europeo. Un par de cosas que me volaron al cabeza. Ni siquiera clásicos, contemporáneos. Manu Larcenet, por ejemplo. Los combates cotidianos me lo dieron a leer en un momento en que yo por primera vez estaba haciendo terapia, había perdido el laburo. Ahora, de vez en cuando, cuando puedo, alguna cosa que me interesa, lo compro. Recién son dos años en que por fin conseguí armar la rueda, e incluso no me tiembla el pulso si me quiero comprar un libro”.


- ¿Cómo fue la experiencia de saltar un rato de la prosa a los guiones con Iñaki?
- Me voy soltando. Primero fue una experiencia medio colectiva, con otros escritores, que estamos viendo cómo va a salir. Pasa que es un flash. Te dicen que cuando vos escribís, si sacás el 75 por ciento de lo que te pasaba acá (se toca la frente), ya ponete contento. Pero este tema de que vos craneaste algo, se lo das a un dibujante y te lo devuelve… largás los mocos. Yo lo miraba  y por un lado no podía creer que yo lo había hecho, me volvía a sorprender con ciertas cosas, que eran palabras mías y todo, pero por otro lado está la potencia del dibujo y cómo él se lo adueña. Nos juntamos en un bar e iban cayendo otros escritores. Iñaki les iba dando los trabajos, y yo les miraba las caras. Eran como la de mi nene el día que tuve guita y le pude comprar un IronMan original, ¿entendés? Era un “wow”, con los ojos todos transparentes. Ahora me quiero animar con a algo de más largo aliento.

¿Él los guió? ¿Cómo trabajaron?
- Él nos dijo “ustedes piensen que son 30 fotos”. Mi jermu, que también es escritora, en ese momento sabía poco de historieta, ni qué era una viñeta o un globo de diálogo, le dijo “vos pensá 30 fotos, en cada una describí los gestos y, en donde creas que sea necesario, diálogo”. Entonces me parece que fue una manera de laburar linda. Ahora pensando en una novela gráfica, creo que debe ser otra cosa.


Para leer en el sitio original, hacer click acá.

domingo, 22 de enero de 2012

Verano de ciencia ficción


¿Será el verano de 2012 la temporada con más recomendaciones para la ciencia ficción? De la mano de la exitosa serie televisiva de fantasía medieval de HBO, Juego de tronos, la saga fantástica de George R. R. Martin, escrita a finales de los años noventa, llegó a las librerías argentinas para ocupar un espacio semejante al que gozó durante su época de furor otro gran autor del género: J.R.R. Tolkien, padre de El señor de los anillos.

Mientras las novelas de Martin esperan una segunda temporada de episodios televisivos al calor de sus próximas ediciones en papel, entre los otros clásicos del género fantástico, los libros de Philip K. Dick, el autor detrás de adaptaciones cinematográficas tan populares como Blade Runner (Ridley Scott, 1982), El vengador del futuro (Paul Verhoeven, 1990) y Sentencia previa (Steven Spielberg, 2002), continúan vigentes en cualquier librería, más allá de las fronteras de edad para sus lectores.
Sin embargo, es Leonardo Oyola (Buenos Aires, 1973) el autor argentino con la incursión más fructífera, entre muchos de sus colegas, a esa zona donde lo real y lo imaginable se combinan con resultados asombrosos. Kryptonita, su última novela, traslada el universo de superhéroes americanos —Batman, Superman, Flash— a nuevas coordenadas: el Conurbano Bonaerense. El cruce es sugestivo y original; y la posibilidad de reescribir ambos mundos, sin dudas, resulta interesante. ¿Qué pasa cuando los objetos culturales de la metrópoli del primer mundo son “absorbidos” por la periferia sudamericana? ¿Qué nuevas voces se activan? ¿Y qué se vuelven capaces de decir?


...“Kryptonita (Mondadori), de Leonardo Oyola, porque es casi como leer un western. En realidad, cualquier libro que consigan de Oyola va a ser bueno, pero este es nuevo, está en todos lados y es especialmente entretenido”, dice sin dudas Carolina Aguirre, que acaba de publicar El efecto Noemí...

...“Recomiendo Kryptonita porque es simplemente la mejor novela argentina de 2011. Original por donde se la mira, divertida, y con una serie de guiños a los lectores de historietas (entre los que me encuentro) que aumentan el placer de su lectura”, coincide Diego Grillo Trubba, que el año pasado publicó la segunda parte de su saga histórico-policial Crímenes coloniales...

...Sólido entre los recomendados, Leo Oyola vuelve por consejo de Gabriela Cabezón Cámara. “Me regalaría Kryptonita, uno de los mejores alcoholes de la cosecha 2011 de la literatura nacional: no sólo por su lenguaje, que es una especie de poesía hecha con el habla del Conurbano bonaerense; no sólo por su historia ni su protagonista, curiosamente el único que casi no dice nada, un Superman matancero que lleva en su cuerpo la paradoja de ser un superhéroe en una periferia hiperviolenta. La leería por todo esto y también porque, entre tiros y camillas, el libro reflexiona sobre cuestiones tan universales como la posibilidad o la imposibilidad de ser en el lugar en el que uno nació y las diversas maneras de ser padre”, cuenta la autora de La Virgen Cabeza...

viernes, 20 de enero de 2012

Un lento americano

Aprendí a manejar de muy pibe. El mismo año en el que también me enseñaron a bailar rock. Mucho a mi papá y a uno de mis primos más grandes eso no les copaba. Que fuera a bailar, no. Que manejara. A mi papá porque sabía que le iba a tomar el gustito y que endulzado iba a ser un peligro. Y a mi primo porque ya se la veía venir que le iba a manguear la nave cada dos por tres para dar una vuelta; y que, como yo lo podía, él no se iba a negar.
Para esa misma época se mudaron al barrio los Ferreyra. El viejo, la vieja y las tres hijas: Mónica, Paola y Lorena. Una más linda que la otra. Con esa cosa hermosa de la novedad. Si. De verdad las tres eran muy bonitas. Y enamoraron a toda la calle desde donde nacía en el límite con Morón hasta donde empezaba la cancha de Almirante.
Obviamente la cosa no venía tan perfecta. Mónica y Paola tenían sus defectos: novios que vivían donde ellas ya no. Y que religiosamente marcaban tarjeta día por medio al atardecer. Novios un poco más grandes que ellas. Por eso todos los pibes se concentraron en Lorena, que era la soltera y la de nuestra edad. Pero a mí me gustaban las tres por igual.
Al principio.
Hasta que al muchacho de Mónica le tocó la colimba.
Es lo que yo digo, Dios existe.
También había aprendido a bailar lento americano y a manejar motos. Le pedía la de mi primo para hacerme el lindo. Iba a mi casa. Llegaba arando la calle de tierra. Hacía tiempo para volver a salir cuando la veía a ella cerca. Una vez la saludé con la manito y quedé como un pelotudo importante por más que la hice sonreír. Otra le cabeceé para decir hola y ella me devolvió el gesto aguantándose la risa. Un buen día me sentí bastante seguro y le guiñé un ojo; y la sonrisa que ella me puso no fue de burla. La expresión en su boca fue algo que me prendió fuego.
No sé como pasó. Solo que se fue dando. Se sentía sola… Qué se yo. No lo pensé dos veces cuando la llevé a dar una vuelta. Pasamos por un potrero en donde estaban jugando a la pelota mi papá y mi primo para el mismo equipo. Tenían un tiro de esquina a su favor. Forcejeaban con los defensores cuando nos vieron pasar. La pelota también les pasó de largo.
Nos volvimos a ver con mi viejo y ya era de noche. No me pidió que la cortara. El tono en el que me habló no era de enojo. Había preocupación en sus palabras. Y, fundamentalmente, resignación.
–Se va a enterar. El flaco se va a enterar porque estas cosas uno a la larga siempre se entera. Aunque sea el último en saberlo… Se va a enterar y te va a venir a buscar. Y yo no me voy a poder meter, ¿entendés? Fui a devolverle la moto a mi primo. Él fue más directo todavía.
–Pendejo, ¿vos sos boludo? ¿Tanto querés cobrar? Si a mi me hicieran lo mismo; mínimo es romperte bien la jeta a trompadas. El novio de la Moni va a venir a estrangularte y no te voy a defender. ¿Por qué? Porque no da, Pini. No da.
Pasadas las doce me fui a tomar el 317 en Atenas y Bermúdez. Como tardaba me senté en la tapia de Don Rizzo y, mirando con brillaban en la oscuridad mis botas tejanas recién lustradas, desee que Mónica hiciera lo que todo Casanova un sábado a la noche. Que fuera al Jesse James.
Pasó un buen rato hasta que la encontré. Por los parlantes lo que se escuchaba bien fuerte era un tema de un grupo, The Motels, en el que cantaba una mina. Se llamaba Vergüenza. Me acuerdo muy bien.
De los nervios, de las ganas, de la ansiedad; no dejaba de jugar con mi rosario blanco pasándolo entre los dedos de la mano. Cuando finalmente me decidí, cuando me dije-me ordené: se van todos a cagar, me puse el rosario en la boca y la saqué a bailar.
Ella se mordió el labio de abajo antes de contarme: 
–Me moría de ganas de verte.
Y con los ojos vidriosos me confesó: 
–Pero ni en pedo quería encontrarte.
Después apoyó la cabeza contra mi pecho y dejó que la siguiera guiando. Cuando terminó la canción nos fuimos del Jesse juntos.
En el primer franco que tuvo, el novio de Mónica vino a buscarme.
Cuando eso pasó, mi papá cumplió con su palabra.
Por suerte, mi primo no.

jueves, 19 de enero de 2012

Premio Novela Negra Festival Azabache

1. Podrán participar autores de cualquier nacionalidad con novelas de género negro o policial, originales e inéditas, escritas en castellano y que no hayan sido premiadas anteriormente en otro certamen ni tengan comprometidos sus derechos. 



2. Los originales habrán de presentarse en 1 ejemplar en hoja A4, impreso a doble espacio, debidamente encuadernado y acompañado de una copia digital de la obra. La obra podrá ser firmada por el autor, en ese caso hará constar en la primera página sus datos: nombre, apellido, domicilio, dirección postal, teléfono y correo electrónico. 

3. Si la obra se presenta bajo seudónimo dichos datos deberán adjuntarse en sobre aparte e identificado con el seudónimo y el título de la obra. En todos los casos deberá acompañarse una declaración jurada en la que el autor certifique que los derechos de la obra están libres en todo el mundo, y que la novela no se presenta a otro concurso o premio dentro del mismo plazo ni ha sido premiada con anterioridad. 

4. El material será enviado a “Biblioteca Marechal. Catamarca y 25 de mayo. (7600) Mar del Plata, Argentina. De lunes a viernes de 9 a 21 y sábados de 10 a 16. En el sobre deberá figurar “PREMIO DE NOVELA FESTIVAL AZABACHE”. 

5. El plazo de admisión de originales finalizará el día 31 de marzo de 2012. En caso de envío por correo, se respetará la fecha del matasellos. 

6. El jurado estará integrado por GUILLERMO ORSI, LUCIO YUDICELLO y LEONARDO OYOLA. Los organizadores no mantendrán correspondencia con los participantes. 

7. El Premio, que no podrá ser declarado desierto, será la publicación de la obra ganadora en la colección Tinta Roja de la editorial EDUVIM. Asimismo, la editorial se reserva el derecho de publicar cualquiera de las novelas finalistas que a juicio del jurado reúna los méritos suficientes para ello. 

8. El premio se anunciará en el FESTIVAL AZABACHE 2012, a realizarse en Mar del Plata los días 10, 11, 12 y 13 de mayo de 2012. 

9.- La participación en este Premio implica la plena aceptación de las bases y del fallo del jurado por parte de los autores participantes.


10.- El comité organizador del “FESTIVAL AZABACHE” tienen plena facultad para decidir, de manera irrevocable, sobre cualquier situación o controversia que se suscite en relación al certamen, esté o no contemplada explícitamente en las presentes bases. 

viernes, 6 de enero de 2012

Buenos Aires Capital Mundial del Libro

1. ¿Hubo una persona o un hecho puntual que considere haya sido motor de su vocación de escritor? 
Haber conocido y haber hecho taller con el maestro Alberto Laiseca. El encuentro con sus otros discípulos, sobre todo con mi pareja. Leer y leernos nuestros respectivos work in progress. Ahí me di cuenta que quería hacer esto todo el tiempo.

2. ¿Cómo elige el tema sobre el cual escribir?
Privilegio el entusiasmo que me genera pensar lo que voy a contar. Tienen que hacer alquimia las ganas y el momento justo para esa determinada historia. Cuando noto que están presentes las dos cosas meto primera. Leo, veo y escucho todo lo relacionado al tema. Apunto la antena para ese lado. Y después, uno se da cuenta cuando, tiro el ancla y de ahí en más pura ficción.
3. ¿Por qué escribe?
Porque me hace bien. Porque creo fervientemente que soy mejor persona mientras leo y escribo. Porque leer y escribir se volvieron necesidades básicas.
4. Si no fuese escritor sería…
…un tipo muy amargado. A full.
5. ¿Existe para usted una rutina a la hora de escribir? ¿Repentina inspiración o hábito sostenido? 
Me considero más novelista que otra cosa. Me siento más cómodo conviviendo mucho tiempo con el texto. Cuando en la cabeza se me forma el índice, la estructura que le quiero dar al libro la cosa tiene algo de deja vú. Me gusta jugar. Hacer guiños. En Siete & el Tigre Harapiento usé un disco de Duran Duran para titular cada uno de sus capítulos con el orden de las canciones de ese trabajo discográfico. Para Hacé que la noche venga nombres de series clásicas de televisión ambientadas en el far west. En Chamamé corresponden a los versos completos de una canción de Bon Jovi, dejando el estribillo para marcar los finales de la primera y segunda parte. En Gólgota utilizo los misterios para rezar el rosario. Y en los libros de la saga de la Víbora Blanca –Santería, Sacrificio, Aquelarre y Amén- el nombre y la forma en que salen las cartas de la baraja española utilizada para adivinar el futuro. Por ejemplo: La sota de copas al revés. En Bolonqui un partido de truco. En el índice de mi última novela, Kryptonita, se lee la letra de un clásico de Poison. Qué se yo: así funciona para mí.

6. La literatura, ¿qué rol cumple en la actualidad?
No se si un libro hace mejor o no el mundo. Si, definitivamente, que te lo hace pasar mejor. Y no necesariamente por hacerlo más agradable. Cuando una historia te interpela, cuando te hace parte de ella para mí la cosa tiene mejor pinta. Hablar de un determinado título. Conectarnos. Eso garpa.


7. Los críticos: ¿cómo define su rol?
Necesario. La crítica es como la letra de ese clásico de Percy Sledge, Cuando un hombre ama a una mujer;  no puede dañar si es genuina y respeta nuestro amor… pero si es mala… mala de mala leche, ufff.
 

8. ¿Qué está escribiendo ahora?
Me estoy dando un lujo: escribir un western hecho y derecho. Se llama Cruz/Diablo y ya estoy en el tramo final. Va a ser publicado como si fuera un folletín en seis entregas consecutivas durante el 2012 en la revista Orsai.

9. ¿Cuál es la última línea que ha subrayado en un libro de otro autor?
No soy de subrayar. Más bien me quedan tatuadas ciertas partes. De las Historias de éxtasis de Frédéric Beigbeder hice mía del relato "El más grande escritor francés vivo” una línea que dice todavía hoy me pregunto como hacía para conciliar esas dos actividades: escribir y vivir.
10. ¿Qué le diría a una persona que sueña con ser escritor?
Que lea mucho. Que escriba mucho. Esto es laburo y más laburo. El 75 por ciento en soledad. Después el texto se comparte. No debe quedar cajoneado. Tiene que salir de nuestros círculos primarios. Llegar a donde no esperamos jamás cuando nos sentamos a contar esa historia. Leer a los que son este momento. Disfrutar de sus mundos. Acercarle el de uno. Hay que tener fe. La misma que existió para encarar un proyecto y finalizarlo. Apostar a concursos. Tener paciencia. Y publicar. Y una vez publicado, acompañar el libro todo lo que se pueda. Hay mucha fantasía y mucha idealización en esto. Y es lógico: porque es hermoso. Por eso hay que saber arremangarse: porque después uno sabe muy bien todo lo que puso.


Ping pong:
1. Un lugarLago Ypacaraí (Paraguay).
2. Una comidaSurubí.

3. Una bebidaVino blanco. Dulce natural. Cosecha tardía. Bien helado.
4. Un discoLo mejor de Gapul Volumen 2. Varios intérpretes.
5. Un libroLa zona muerta, de Stephen King.
6. Un personajeEl Santo de los Asesinos (Preacher, cómic de Garth Ennis y Steve Dillon). 

7. Una películaPríncipe de las tinieblas, de John Carpenter. EE.UU. 1987.
8. Un escritorEl maestro Laiseca.

9. Un sentimientoEstar en paz.
10. Una palabra"Piropo”.

miércoles, 4 de enero de 2012

Superhéroes populares


(Por María José Sánchez). Los héroes y los superhéroes difieren en algo fundamental: los poderes. Los primeros hacen cosas excepcionales en momentos trascendentales, armados sólo con la valentía que encuentran en ese momento, los segundos son así siempre, todo el tiempo están al pie del cañón, brindando sus habilidades únicas para salvar el mundo. Los héroes hacen lo que se debe hacer, aún poniendo en riesgo su propia vida, cuando todos los demás pegan media vuelta y escapan. Los superhéroes, son distintos. Pueden nacer o no con sus poderes, pero las historietas nos dicen que nunca nos fallarán, no porque hagan tripa y corazón para salvarnos, sino porque están ahí para eso.
Todos podemos llegar a cruzarnos con la oportunidad de mostrar nuestro heroísmo, está en cada uno aprovecharla o dejarla pasar, pero no todos podremos ser superhéroes, de hecho, casi nadie. Sucede que esta forma taxativa de interpretarlos puede no ser la más acertada, puede que haya variantes, matices y hasta diferencias: ¿y si los superhéroes tienen los mismos problemas que nosotros? ¿y si viven entre nosotros, incluso, inflingiendo la ley? Esta dicotomía nos plantea Leonardo Oyola en Kryptonita, su última novela. Allí todo parece posible: una madrugada, en el Conurbano Bonaerense, el líder de una banda de criminales es ingresado de urgencia a un hospital, acompañado de sus secuaces, presenta un cuadro sumamente grave pues está apuñalado por un cristal verde. El médico de turno, un nochero que cubre a otros médicos, es increpado por quienes traen a Súper, el jefe, le hacen saber con palabras que no dejan margen de dudas que si no lo salva él también muere esa noche. Se atrincheran en la habitación y esperan a la policía.

Hasta ahí, parece que leemos una historia más de las tantas que pueden sucederse en nuestro país. Pero resulta que el médico y la enfermera deben hacer que este tal Pinino aguante, “hasta que salga el sol”. Ahí encontramos la primera pista. Los muchachos se presentan como La Banda de Nafta Súper: Ladi Di, la Cuñataí Güirá, Juan Raro, el Faisán, El Señor de la Noche y el Ráfaga. Y sus nombres ya nos empiezan a decir mucho.

Con el médico y la enfermera, —quien será la única heroína, sin poderes, con coraje— de rehenes, comienzan a contar su historia, dentro de la historia que están viviendo en el hospital. La difícil vida en las villas, las necesidades de la infancia, las ilusiones, los desamores… Mientras, afuera del hospital, se está aprestando la policía, para arremeter contra la banda. Afuera, está El Cabeza de Tortuga, Némesis de Nafta Súper, con quien ya se ha enfrentado en otra oportunidad.

A medida que la narración transcurre, Oyola nos invita al juego, no sólo de ir adivinando de qué superhéroe se trata, sino de ir descubriendo de qué lado estamos. Conociendo sus historias y sus padeceres, hasta por cuestiones ideológicas, resulta cómodo estar del lado de enfrente a la Bonaerense, lo más lejos posible: la batalla de superhéroes y villanos, ha comenzado.

Como alguna vez escribió  F. S. Fitzgerald, “Enséñame un héroe y te escribiré una tragedia”, estos personajes no poseen existencias de ensueño, son como nosotros, aunque puedan hacer cosas que los demás mortales sólo imaginamos. Esto es Kryptonita, para empezar, pero aún hay mucho por descubrir en esta novela escrita con claridad y simpleza, atravesada por el humor y el drama, como la vida.

martes, 3 de enero de 2012