miércoles, 29 de junio de 2011

Sous le galets la page...

Una reseña más en le blog yossarian.

viernes, 24 de junio de 2011

Clásico de clásicos

Aballay, el hombre sin miedo # # # # # (5/5)
Con Pablo Cedrón, Nazareno Casero y Claudio Rissi entre otros.
Dirigida por Fernando Spiner



(Por Leonardo A. Oyola) ¿Por qué vamos al cine? ¿Y por qué aún hoy se deberían seguir construyendo salas cinematográficas? Una respuesta simple y directa es por películas como Aballay. Que más que cine en estado puro es cine de género hecho y derecho. Y, para más datos, ni más ni menos que un western. Para disfrutar a pleno en la pantalla grande más cercana. El séptimo arte entendido como celebración. Basado en el relato homónimo de Antonio Di Benedetto, el film de Fernando Spiner destila amor por la historia, el marco en el que se eligió contarla y un manejo envidiable de los códigos rigurosos de una de pistoleros sin caer jamás en la transposición del universo gauchesco a la mera imitación o repetición de lo que ya nos contaron del lejano oeste norteamericano.
Hay una gran producción detrás del film en la que se nota y mucho toda la carne puesta en el asador. Pero no por eso estamos ante un producto distante que se regodea en diseño y espectacularidad visual como nos tiene mal acostumbrado cualquier estreno standard del cine mainstream jueves tras jueves. Tampoco se alza la bandera del acá también podemos hacerlo que supo levantar Adrián Suar catorce años atrás con el policial para su Comodines que mas allá del guión firmado por Ricardo Piglia y la dirección de Jorge Nisco y Daniel Barone era netamente una película del Chueco muy pero muy lejos de Bullit y bastante verde siquiera como para compararse con Arma Mortal aunque se intuya intenciones y esfuerzos para encajar en esos modelos.


En Aballay, el hombre sin miedo se puede rastrear en su linaje a varios clásicos desde la estética formal al desarrollo del argumento. Pero así cómo aparecen nubes en el cielo a lo John Ford no estamos ante un intento de agiornar el género como lo trató Lawrence Kasdan en Silverado o la mera pose rockera a lo Billy The Kid con la estampa de Emilio Estevez. Localmente hablando, lejos estamos y a Dios gracias de una exaltación del nac&pop. Aballay se permite coquetear incluso desde su barbarie o las típicas treguas entre enemigos para enfrentar a un mal mayor con el hermano bastardo del western que es el spaghetti; sin caer en la extrañeza de películas como El gran silencio aunque diga presente lo milagroso, o si se prefiere lo sobrenatural, como fue la aproximación de Antonia Bird en Voraz.
Esta historia de venganza en la que está involucrado un supuesto santo popular con un prontuario que lo ha llevado a cumplir una penitencia de por vida, atrapa desde la primera escena ambientada en una riña de gallos seguida de un asalto a una diligencia -gran guiño- en la que ya nos queda en claro las diferencias irreconciliables entre los personajes protagonistas. Pablo Cedrón y Nazareno Casero están excelentes en sus interpretaciones. Pero el que se lleva todas las palmas es Claudio Rissi con su personaje del Muerto; villano a la altura del Calveyra de Eli Wallach o el Tigrero de Klaus Kinski. Inolvidable. Tanto como la experiencia de ver en cine, hoy por hoy, una película como Aballay.



Publicado en la RS Nro. 159.

domingo, 12 de junio de 2011

viernes, 10 de junio de 2011

miércoles, 8 de junio de 2011

Lo que no se perdona

Aguas turbulentas ***1/2
Pal Sverre Valheim Hagen, Trine Dyrholm
Dirigida por Erik Poppe.


(Por Leonardo A. Oyola). El tercer film de Erik Poppe, cierre de una trilogía iniciada en Schpaaa y continuada por Hawaii-Oslo candidata noruega al Oscar a la película en idioma extranjero hace un par de años, nuevamente se centra en un crimen cometido por menores de edad. En este caso un delito del que no conviene entrar en detalles debido al gran acierto por parte del guión, firmado por Harald Rosenlow Eeg, de ir dosificando la información de lo fatalmente acontecido mediante flashbacks;  mostrando los puntos de vista de víctimas y victimarios y, sobre todo, sus respectivos cambios de roles.
            Un joven que acaba de cumplir su condena en la cárcel intenta reinsertarse en la sociedad. Como el crimen por el que se lo acusó, además de aberrante, ha sido de una alta rotación por la cobertura de los medios decide cambiar su identidad para que volver a empezar no sea tan cuesta arriba. Dado su virtuosismo como músico consigue trabajo en una iglesia de organista en misas y demás celebraciones religiosas. Y la cosa por fin parece encaminarse hasta que es reconocido por una mujer que empieza a acosarlo.
            La película en su arranque coquetea levemente con el policial, específicamente con el thriller psicológico, hasta que empieza a descender al drama más duro y difícil de digerir; linkeando por la historia que narra hacia otras ficciones y a una realidad abrumadora. Por un lado, la película Vidas cruzadas de Sean Penn protagonizada por Jack Nicholson, Anjelica Houston y David Morse y por otro a un crimen tristemente célebre en el que sus autores confesaron imitar una escena de una película.
            Nadie se pregunta si en verdad el protagonista es culpable o no de lo ocurrido. Simplemente se lo ha etiquetado por lo que supuestamente hizo. Y tanto afuera como adentro de la prisión se lo castiga de forma constante como para que nunca se olvide el dolor que trajo. Un dolor que enajena; y que si bien en aquel film como director de Penn derivaba en la ira irrefrenable del personaje de Nicholson, acá deviene locura en la desesperante actuación de Trine Dyrholm como esa mujer rota intentando saber a cualquier precio la verdad de lo que pasó. 

Publicado en la RS Nro. 158.

jueves, 2 de junio de 2011

Asociación ilícita

En la foto tomada por el gran Fernando López se encuentra reflejado el espíritu de un encuentro del que cuentan bastante Gabriela Cabezón Cámara, Gustavo Nielsen y el maestro Orsi.