viernes, 24 de junio de 2011

Clásico de clásicos

Aballay, el hombre sin miedo # # # # # (5/5)
Con Pablo Cedrón, Nazareno Casero y Claudio Rissi entre otros.
Dirigida por Fernando Spiner



(Por Leonardo A. Oyola) ¿Por qué vamos al cine? ¿Y por qué aún hoy se deberían seguir construyendo salas cinematográficas? Una respuesta simple y directa es por películas como Aballay. Que más que cine en estado puro es cine de género hecho y derecho. Y, para más datos, ni más ni menos que un western. Para disfrutar a pleno en la pantalla grande más cercana. El séptimo arte entendido como celebración. Basado en el relato homónimo de Antonio Di Benedetto, el film de Fernando Spiner destila amor por la historia, el marco en el que se eligió contarla y un manejo envidiable de los códigos rigurosos de una de pistoleros sin caer jamás en la transposición del universo gauchesco a la mera imitación o repetición de lo que ya nos contaron del lejano oeste norteamericano.
Hay una gran producción detrás del film en la que se nota y mucho toda la carne puesta en el asador. Pero no por eso estamos ante un producto distante que se regodea en diseño y espectacularidad visual como nos tiene mal acostumbrado cualquier estreno standard del cine mainstream jueves tras jueves. Tampoco se alza la bandera del acá también podemos hacerlo que supo levantar Adrián Suar catorce años atrás con el policial para su Comodines que mas allá del guión firmado por Ricardo Piglia y la dirección de Jorge Nisco y Daniel Barone era netamente una película del Chueco muy pero muy lejos de Bullit y bastante verde siquiera como para compararse con Arma Mortal aunque se intuya intenciones y esfuerzos para encajar en esos modelos.


En Aballay, el hombre sin miedo se puede rastrear en su linaje a varios clásicos desde la estética formal al desarrollo del argumento. Pero así cómo aparecen nubes en el cielo a lo John Ford no estamos ante un intento de agiornar el género como lo trató Lawrence Kasdan en Silverado o la mera pose rockera a lo Billy The Kid con la estampa de Emilio Estevez. Localmente hablando, lejos estamos y a Dios gracias de una exaltación del nac&pop. Aballay se permite coquetear incluso desde su barbarie o las típicas treguas entre enemigos para enfrentar a un mal mayor con el hermano bastardo del western que es el spaghetti; sin caer en la extrañeza de películas como El gran silencio aunque diga presente lo milagroso, o si se prefiere lo sobrenatural, como fue la aproximación de Antonia Bird en Voraz.
Esta historia de venganza en la que está involucrado un supuesto santo popular con un prontuario que lo ha llevado a cumplir una penitencia de por vida, atrapa desde la primera escena ambientada en una riña de gallos seguida de un asalto a una diligencia -gran guiño- en la que ya nos queda en claro las diferencias irreconciliables entre los personajes protagonistas. Pablo Cedrón y Nazareno Casero están excelentes en sus interpretaciones. Pero el que se lleva todas las palmas es Claudio Rissi con su personaje del Muerto; villano a la altura del Calveyra de Eli Wallach o el Tigrero de Klaus Kinski. Inolvidable. Tanto como la experiencia de ver en cine, hoy por hoy, una película como Aballay.



Publicado en la RS Nro. 159.