Runnin’ down a dream
Dirigida por Peter Bogdanovich
Los doscientos cincuenta seis minutos que dura el documental del realizador de Texasville –sí, sí: más de cuatro horas- tienen un momento emblemático en el que se capta a pleno el secreto del éxito de una banda cuyos tres miembros originales aún siguen juntos despues de cuarenta años. Ahí está el clip de Here comes my girl, el primer corte de su tercer disco –Dawn the torpedoes, una expresión belicista utilizada para avisar que se va a toda máquina- en donde se lo ve a Tom Petty contándole a cada uno de los demás músicos sobre su chica; cómo si estuviera en un bar y, cerveza mediante, se abriera y largara todo con aquellos con quien se siente a gusto, con los que son sus amigos y camaradas. Esos con los que diez años atrás empezaron a encerrarse en la pieza de uno para hacer covers de ídolos con los que terminaron tocando juntos y hasta produciendo. Unos pibes del sur que, con mucha suerte apoyada en su laburo constante, lograron mucho más de lo que hubieran imaginado la primera vez que se pusieron a zapar.
Atorrantes, más bien forajidos, absolutamente compradores como para poder salir bien parados de cada una en las que se metieron; desde la inolvidable anécdota de toda la falopa con la quie se abastecieron en Amsterdan y de cómo intentaron llevarla a Berlín pasando por el robo/reclutamiento descarado del bajista de Del Shannon, por sus peleas contra las multinacionales de las que eran prácticamente esclavos, peleas entre ellos mismos por sus egos y sus peleas con otros colegas que les pidieron que les hicieran una canción y que el mismo Petty después de escribirlas se negara a dárselas porque les terminaban gustando mucho. Así de infantil. Así de hermoso.
Verlos junto a Roy Orbison componiendo la emocionante You got it solo al ritmo de palmas, la impresionante experiencia de la Travelin’ Wylburs con el imbatible Handle with care calando hondo o de cómo se pusieron al servicio de Bob Dylan y de Johnny Cash respectivamente para ser su banda durante sus giras –no como banda soporte sino como la banda que los acompañaba durante el concierto- es único. Y ahí están los testimonios de George Harrison, Eddie Vedder, Johnny Depp, Stevie Nicks, productores y mucho más; para subrayar el legado de estos chicos fanáticos del rocanrol old school y de los western de John Ford, de estos forajidos del sur que como Jesse James o Wyatt Hearp -como todos esos con los que compartieron escenario, estudios y experiencias- hoy ya son leyenda.
Leonardo A. Oyola
Publicado en el Nro. 122 de la edición argentina de Rolling Stone.
Mayo de 2008.