Primera Junta, conexión Sodoma y Gomorra
Familia, Pecado y varios Cristos porteños cargando sus respectivas cruces a través de la calle Rojas.
Por Leonardo A. Oyola
La sangre brota *** (3/5)
Arturo Goetz, Nahuel Pérez Biscayart y otros.
Dirigida por Pablo Fendrik
Difícil olvidar el rostro destrozado a golpes del Leandro de Nahuel Pérez Biscayart. Porque lejos de la estampita se lo presenta como lo que es: un Cristo roto. En La sangre brota se desencadenará el calvario de una familia de clase media que, ante el pedido de ayuda del hijo mayor –el hijo pródigo que está queriendo volver a casa-, cada uno de sus integrantes reaccionará de distintas maneras. Porque ya sea papá Arturo, mamá Irene o el citado Leandro, el hermano menor, cada cual tiene su respectivo plan. O mejor dicho: misión.
Dos mil dólares equivalen a la traición de las treinta monedas por las que se vendió Judas. Un dinero manchado de sangre, como el realizador muestra detalladamente en primer plano. Ese rojo que también tienen los labios de una colegiala igual de celosa a la hija de Herodías que pedirá una cabeza cuando se sienta desplazada. Rojo como la boca de esa virgen que en sus besos podría traer esperanza, pero por la pepa con la que comulgó termina haciendo salir más sangre.
Hay timba, infidelidades, pederastas y otros pecados por las que fueron destruidas Sodoma y Gomorra. El Gólgota y el Getsemaní de esta historia están ubicados en la calle Rojas del barrio de Caballito. Ahí nomás de la estación de Primera Junta del subte A. Solo a metros de la avenida Rivadavia por donde incontables Cristos anónimos pasan cargando sus respectivas cruces sin que nadie les haga más liviano ese peso.
Es meritoria la dirección de fotografía, a cargo de Julián Apezteguía, subrayando la elección del registro casi documental de la cámara al hombro por el que opta el realizador. Un recurso mucho más que idóneo para retratar el colapso familiar, intensificado por las actuaciones de un elenco milimetrado en composiciones genuinas que le hacen justicia a sus criaturas.
Pablo Fendrik en su segunda película, ganadora del premio de la crítica joven de Cannes de 2008 entre varios otros laureles, es tan sórdido y virulento como la narración y sus personajes lo están reclamando. Sin concesiones. Si. Pero también sin apelar a golpes bajos.
Una familia dicen que es el núcleo principal de la iglesia. Una familia dicen que es el núcleo principal de la sociedad. En una familia los lazos filiales, la sangre de tu sangre, manda, tira. Porque en una familia, por más distanciada que esté, siempre, metafórica y literalmente la sangre brota.
Publicado en la sección cine de la RS Nro. 133.
Familia, Pecado y varios Cristos porteños cargando sus respectivas cruces a través de la calle Rojas.
Por Leonardo A. Oyola
La sangre brota *** (3/5)
Arturo Goetz, Nahuel Pérez Biscayart y otros.
Dirigida por Pablo Fendrik
Difícil olvidar el rostro destrozado a golpes del Leandro de Nahuel Pérez Biscayart. Porque lejos de la estampita se lo presenta como lo que es: un Cristo roto. En La sangre brota se desencadenará el calvario de una familia de clase media que, ante el pedido de ayuda del hijo mayor –el hijo pródigo que está queriendo volver a casa-, cada uno de sus integrantes reaccionará de distintas maneras. Porque ya sea papá Arturo, mamá Irene o el citado Leandro, el hermano menor, cada cual tiene su respectivo plan. O mejor dicho: misión.
Dos mil dólares equivalen a la traición de las treinta monedas por las que se vendió Judas. Un dinero manchado de sangre, como el realizador muestra detalladamente en primer plano. Ese rojo que también tienen los labios de una colegiala igual de celosa a la hija de Herodías que pedirá una cabeza cuando se sienta desplazada. Rojo como la boca de esa virgen que en sus besos podría traer esperanza, pero por la pepa con la que comulgó termina haciendo salir más sangre.
Hay timba, infidelidades, pederastas y otros pecados por las que fueron destruidas Sodoma y Gomorra. El Gólgota y el Getsemaní de esta historia están ubicados en la calle Rojas del barrio de Caballito. Ahí nomás de la estación de Primera Junta del subte A. Solo a metros de la avenida Rivadavia por donde incontables Cristos anónimos pasan cargando sus respectivas cruces sin que nadie les haga más liviano ese peso.
Es meritoria la dirección de fotografía, a cargo de Julián Apezteguía, subrayando la elección del registro casi documental de la cámara al hombro por el que opta el realizador. Un recurso mucho más que idóneo para retratar el colapso familiar, intensificado por las actuaciones de un elenco milimetrado en composiciones genuinas que le hacen justicia a sus criaturas.
Pablo Fendrik en su segunda película, ganadora del premio de la crítica joven de Cannes de 2008 entre varios otros laureles, es tan sórdido y virulento como la narración y sus personajes lo están reclamando. Sin concesiones. Si. Pero también sin apelar a golpes bajos.
Una familia dicen que es el núcleo principal de la iglesia. Una familia dicen que es el núcleo principal de la sociedad. En una familia los lazos filiales, la sangre de tu sangre, manda, tira. Porque en una familia, por más distanciada que esté, siempre, metafórica y literalmente la sangre brota.
Publicado en la sección cine de la RS Nro. 133.