viernes, 29 de febrero de 2008
miércoles, 27 de febrero de 2008
Backdoor
-No somos bárbaros, George. El hombre civilizado no come carne humana.
-El hombre civilizado, todos los domingos, se come el cuerpo de Cristo.
Voraz (Antonia Bird. EE.UU. 1999)
-El hombre civilizado, todos los domingos, se come el cuerpo de Cristo.
Voraz (Antonia Bird. EE.UU. 1999)
Villa Scasso, Laferrere. Durante el invierno más frío del que se tenga memoria en la zona, los oficiales de la policía bonaerense Román Centurión y Juan Farías -conocidos en la calle como Calavera y el Lagarto Juancho, respectivamente- hartos de la impotencia de convivir con las peores degradaciones que pueda llegar a experimentar un hombre, se ven tentados a infringir la ley para hacer justicia por mano propia. Consideran tener la capacidad y los recursos para cometer un crimen y salir impunes. Eso creen hasta que los fieles seguidores de aquel a quien ellos sentenciaron y ejecutaron resucitan su nombre para consumar la más cruel de las venganzas.
Como ya lo había hecho en su novela anterior, el autor de Chamamé vuelve a desenfundar sus mejores armas, ahora, en ese otro far west ubicado en el conurbano de la provincia de Buenos Aires; dejando en claro que si Sam Peckinpah hubiera filmado Jesús de Nazareth, seguramente Leonardo Oyola sería el responsable del guión. Una adaptación de este libro. Una película titulada Gólgota.
Como ya lo había hecho en su novela anterior, el autor de Chamamé vuelve a desenfundar sus mejores armas, ahora, en ese otro far west ubicado en el conurbano de la provincia de Buenos Aires; dejando en claro que si Sam Peckinpah hubiera filmado Jesús de Nazareth, seguramente Leonardo Oyola sería el responsable del guión. Una adaptación de este libro. Una película titulada Gólgota.
martes, 26 de febrero de 2008
Un Picasso para Villa...
martes, 19 de febrero de 2008
Aire nuevo al policial
Negro Absoluto es el nuevo sello editorial de policiales negros, ambientados en diferentes épocas de Buenos Aires, dirigido por el escritor Juan Sasturain. Elvio Gandolfo, junto con Gabriel Sosa, está escribiendo la única novela que transcurre en Rosario, en la década del ’80; en el policial de Osvaldo Aguirre, el protagonista es un periodista y la historia está contextualizada en la década del ’30. Juan Terranova se sumerge en una historia que va del ’45 al ’55, cuyo telón de fondo es el peronismo y con un ex espía nazi como personaje principal; Leonardo Oyola optó por la historia de una mujer que tira las cartas y vive en una villa miseria en la década del ’90. Federico Levín, ya en este siglo, retrata las peripecias de un gordo en el Abasto, que investiga crímenes relacionados con la comida y con comunidades de inmigrantes como la peruana, y Ricardo Romero, en el futuro del posbicentenario, con el barrio de Constitución quemado en parte por un puñado de nacionalistas durante los festejos, narra la historia de tres personajes con síndrome de Tourette envueltos en un crimen que los obliga a realizar su propia investigación.
Escrito por Silvina Friera para Página 12.
Escrito por Silvina Friera para Página 12.
lunes, 18 de febrero de 2008
viernes, 15 de febrero de 2008
viernes, 8 de febrero de 2008
2 ex presidiarios, medio idos del alerón...
"...Oyola, argentino del 73, ha perpetrado, palabra sobre palabra y verso a verso, una truculenta road movie protagonizada por dos ex presidiarios, medio idos del alerón, que se ajustan las cuentas mutuamente tras un mal palo mientras se persiguen, y se insultan, y se disparan por los caminos polvorientos y calurosos de un territorio casi onírico, el del litoral porteño, hecho para la metáfora.
A medio camino entre el cómic, la trama negra y el esperpento, la historia fluye al ritmo alternado de Bon Jovi, Guns and Roses y Bruce Springsteen, (según se acelere o se ralentice), y no deja lugar al aburrimiento. Su lectura fragmentada garantiza risas y emoción, pero también encierra motivos sustanciales que superan el mero divertimento: el aprendizaje constante y doloroso, a porrazo limpio, que implica vivir en este mundo injusto que nos ha tocado habitar; la adicción al riesgo; la fascinación por los juegos al borde del abismo; el valor del amor y la nobleza a que obliga la amistad (pero sin lugares comunes ni tópicos edulcorantes)..."
La nota completa publicada en La Voz de España, acá.
A medio camino entre el cómic, la trama negra y el esperpento, la historia fluye al ritmo alternado de Bon Jovi, Guns and Roses y Bruce Springsteen, (según se acelere o se ralentice), y no deja lugar al aburrimiento. Su lectura fragmentada garantiza risas y emoción, pero también encierra motivos sustanciales que superan el mero divertimento: el aprendizaje constante y doloroso, a porrazo limpio, que implica vivir en este mundo injusto que nos ha tocado habitar; la adicción al riesgo; la fascinación por los juegos al borde del abismo; el valor del amor y la nobleza a que obliga la amistad (pero sin lugares comunes ni tópicos edulcorantes)..."
La nota completa publicada en La Voz de España, acá.
jueves, 7 de febrero de 2008
miércoles, 6 de febrero de 2008
martes, 5 de febrero de 2008
domingo, 3 de febrero de 2008
Oyola y los policiales porteños
Por Sonia Budassi
– ¿Cuál es el primer libro que recuerda haber leído?
En revistas de chistes corte Larguirucho o Condorito venían enganchados en la página central dossiers con adaptaciones de clásicos ilustrados. Así conocí al Dr. Jeckyl & Mr. Hyde y a Los tres mosqueteros. También recuerdo, después de haber visto en Carozo y Narizota la miniserie que hizo la RAI de Sandokán, ir a buscar las novelas de Salgari y obviamente encontrarlas en la colección Robin Hood.
– ¿Cuál es su autor favorito vivo?
En mi palo, Guillermo Orsi y Ernesto Mallo. Tipos curtidos, old fashion. Trasmiten eso en sus policiales: la seguridad del que está de vuelta sin la necesidad de vender sabiduría a lo Libro Gordo de Petete. Los dos crearon personajes de puta madre como lo son sus respectivos canas. Un cachivache impresentable y oportunista es el Gargano de Orsi en Sueños de perro; mientras que el Comisario de Mallo protagonista de La aguja en el pajar y el Delincuente argentino la juega de quijote anacrónico con chapa y reglamentaria.
– ¿Qué libro se llevaría a una isla desierta?
Ir a una isla desierta donde en teoría no hay bares, cines, música, internet; donde tampoco hay mujeres; una isla desierta donde haciéndome el gato y como cantan Los Gatos elegí para irme a naufragar por algo pienso en que libro me llevaría; una isla desierta sin psicoanalista… Definitivamente sería el momento exacto para entrarle a un género que vengo esquivando hasta la fecha: el de la autoayuda. ¿Existe un Bucay para principiantes? Ese me llevaría. Sino, de una y a lo guapo, arrancaría con Rolón.
– ¿Cuál es el último libro que leyó o qué está leyendo en este momento?
El carácter sea monkey de Daniel Riera. Me dejó duro el loco porque -sin ponerse en periodista de canal 9 machacando hasta el hartazgo con el tema de la inseguridad- inquieta desde una afirmación que puede ser verdadera o falsa, un cincuenta y cincuenta muy caro para apostar. Ese texto reproduce la insoportable sensación de sogueo siempre presente en un robo.
– ¿Qué libro reciente no pudo terminar de leer?
El único libro que nunca pude terminar fue la Biblia. Todo un pecado para lo que es mi imaginario.
– ¿Qué libro quisiera releer pronto?
De Ambrose Bierce tanto sus Cuentos de soldados y civiles como su Diccionario del diablo. Porque trasmite la ira contenida de alguien que siempre estuvo en guerra literal y espiritualmente. Los enemigos de Bierce son varios según la batalla que pelee –la naturaleza, la fe, los otros hombres- pero tiene bien en claro que el peor de todos sus demonios es él mismo.
– ¿Cuándo escribe?
Cuando puedo. Donde puedo. Como puedo.
– ¿Quién debería ser el próximo Nobel?
¡Laiseca por supuesto! Como cuenta en el Manual sadomasoporno, el Conde ya tiene un Lebon… que no es lo mismo. Y después de la Medalla de Cuero’e Sapo otorgada por las Fuerzas Vivas de Camilo Aldao y el Sorete del bar Einstein que se ganó por sus Poemas Chinos le vendría muy bien otro reconocimiento.
– ¿Cuáles son sus rituales o supersticiones a la hora de escribir?
Armo soundtracks en CD’s, en el MP3, en la computadora. Busco contagiarme de ritmos. Ver que me trasmiten esos temas. Después, como novelista, me pongo límites que cumplo a rajatabla para no desbandarme. Hago un esquema definitivo con el número de capítulos. Los se de movida, antes de escribir la primera oración. En Siete & el Tigre Harapiento usé un disco de Duran Duran para titular cada uno de sus capítulos con el título y el orden de las canciones de ese trabajo discográfico. Para Hacé que la noche venga nombres de series clásicas de televisión ambientadas en el far west. En Chamamé corresponden a los versos completos de una canción de Bon Jovi, dejando el estribillo para marcar los finales de la primera y segunda parte. En Gólgota utilizo los misterios para rezar el rosario y en Cuando las palomas lloran el nombre y la forma en que salen las cartas de la baraja española utilizada para adivinar el futuro. Por ejemplo: La sota de copas al revés.
– ¿Cuál es su comienzo favorito de la literatura universal?
En las Crónicas de motel de Sam Shepard, una arranca con “hubo una época en que mamá llevaba un 45. Yo en una cadera. La pistola en la otra…”.
Publicado en el suplemento de cultura del Diario Perfil del domingo 3 de febrero de 2008.
– ¿Cuál es el primer libro que recuerda haber leído?
En revistas de chistes corte Larguirucho o Condorito venían enganchados en la página central dossiers con adaptaciones de clásicos ilustrados. Así conocí al Dr. Jeckyl & Mr. Hyde y a Los tres mosqueteros. También recuerdo, después de haber visto en Carozo y Narizota la miniserie que hizo la RAI de Sandokán, ir a buscar las novelas de Salgari y obviamente encontrarlas en la colección Robin Hood.
– ¿Cuál es su autor favorito vivo?
En mi palo, Guillermo Orsi y Ernesto Mallo. Tipos curtidos, old fashion. Trasmiten eso en sus policiales: la seguridad del que está de vuelta sin la necesidad de vender sabiduría a lo Libro Gordo de Petete. Los dos crearon personajes de puta madre como lo son sus respectivos canas. Un cachivache impresentable y oportunista es el Gargano de Orsi en Sueños de perro; mientras que el Comisario de Mallo protagonista de La aguja en el pajar y el Delincuente argentino la juega de quijote anacrónico con chapa y reglamentaria.
– ¿Qué libro se llevaría a una isla desierta?
Ir a una isla desierta donde en teoría no hay bares, cines, música, internet; donde tampoco hay mujeres; una isla desierta donde haciéndome el gato y como cantan Los Gatos elegí para irme a naufragar por algo pienso en que libro me llevaría; una isla desierta sin psicoanalista… Definitivamente sería el momento exacto para entrarle a un género que vengo esquivando hasta la fecha: el de la autoayuda. ¿Existe un Bucay para principiantes? Ese me llevaría. Sino, de una y a lo guapo, arrancaría con Rolón.
– ¿Cuál es el último libro que leyó o qué está leyendo en este momento?
El carácter sea monkey de Daniel Riera. Me dejó duro el loco porque -sin ponerse en periodista de canal 9 machacando hasta el hartazgo con el tema de la inseguridad- inquieta desde una afirmación que puede ser verdadera o falsa, un cincuenta y cincuenta muy caro para apostar. Ese texto reproduce la insoportable sensación de sogueo siempre presente en un robo.
– ¿Qué libro reciente no pudo terminar de leer?
El único libro que nunca pude terminar fue la Biblia. Todo un pecado para lo que es mi imaginario.
– ¿Qué libro quisiera releer pronto?
De Ambrose Bierce tanto sus Cuentos de soldados y civiles como su Diccionario del diablo. Porque trasmite la ira contenida de alguien que siempre estuvo en guerra literal y espiritualmente. Los enemigos de Bierce son varios según la batalla que pelee –la naturaleza, la fe, los otros hombres- pero tiene bien en claro que el peor de todos sus demonios es él mismo.
– ¿Cuándo escribe?
Cuando puedo. Donde puedo. Como puedo.
– ¿Quién debería ser el próximo Nobel?
¡Laiseca por supuesto! Como cuenta en el Manual sadomasoporno, el Conde ya tiene un Lebon… que no es lo mismo. Y después de la Medalla de Cuero’e Sapo otorgada por las Fuerzas Vivas de Camilo Aldao y el Sorete del bar Einstein que se ganó por sus Poemas Chinos le vendría muy bien otro reconocimiento.
– ¿Cuáles son sus rituales o supersticiones a la hora de escribir?
Armo soundtracks en CD’s, en el MP3, en la computadora. Busco contagiarme de ritmos. Ver que me trasmiten esos temas. Después, como novelista, me pongo límites que cumplo a rajatabla para no desbandarme. Hago un esquema definitivo con el número de capítulos. Los se de movida, antes de escribir la primera oración. En Siete & el Tigre Harapiento usé un disco de Duran Duran para titular cada uno de sus capítulos con el título y el orden de las canciones de ese trabajo discográfico. Para Hacé que la noche venga nombres de series clásicas de televisión ambientadas en el far west. En Chamamé corresponden a los versos completos de una canción de Bon Jovi, dejando el estribillo para marcar los finales de la primera y segunda parte. En Gólgota utilizo los misterios para rezar el rosario y en Cuando las palomas lloran el nombre y la forma en que salen las cartas de la baraja española utilizada para adivinar el futuro. Por ejemplo: La sota de copas al revés.
– ¿Cuál es su comienzo favorito de la literatura universal?
En las Crónicas de motel de Sam Shepard, una arranca con “hubo una época en que mamá llevaba un 45. Yo en una cadera. La pistola en la otra…”.
Publicado en el suplemento de cultura del Diario Perfil del domingo 3 de febrero de 2008.
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