miércoles, 26 de diciembre de 2012

Orsai 2012



CRUZ/DIABLO. El folletín completo del western que escribí durante el 2012 para la revista Orsai -ilustrado por el grosso del Hueso Ricciardulli- ya se puede leer online. Los seis capítulos completos con solo hacer un click en el link:
Ojalá les guste.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Entre hombres


NI A PALOS. Hoy domingo, en el suplemento joven del diario Miradas al sur, se publican tres cuentos navideños de Sonia BudassiJuan Diego Incardona y de su amigo el Tigre escritos especialmente para la ocasión. El mío va de una charla en la que un nene de 7 años le pone los puntos al pretendiente de su tía. Ojalá les guste.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Aire & acción



Después de las 16 voy a estar en el programa conducido por el amigo Matías Orta hablando de "Sopapo" y de "Siete & el Tigre Harapiento". Por FM Mundo Sur, 106.5. 
Online, desde acá:http://aireaccion.blogspot.com.ar/

viernes, 21 de diciembre de 2012

viernes, 14 de diciembre de 2012

Dominguez

Este domingo de 19 a 22 en el programa conducido por Milagros Bermúdez en Radio UBA FM 87.9 voy a estar leyendo algo de ULTRA/TUMBA, pasando un tema de Kevin Costner & Modern West y hablando de eso que yo hago en la última hora, desde las 21, de DOMINGUEZ. Para escuchar online www.uba.ar/radiouba 

miércoles, 12 de diciembre de 2012

martes, 11 de diciembre de 2012

Cataratas de adrenalina


En su ópera prima, “Diablo”, el director Nicanor Loreti entrega una explosiva comedia de acción y humor negro que va camino a convertise en filme de culto.

(Por Leonardo Oyola). El axioma de la gota china. Ese que reza que el agua va a terminar agujereando la piedra tarde o temprano si no deja de caer de forma insistente una y otra vez sobre el mismo punto por más que sea sólo una simple gota... Gota que, podríamos aventurar, también incluye en su prontuario occidental lo de derramar un vaso. Sobre eso versa –entre otras emociones primitivas– Diablo, la película con la que debuta como director Nicanor Loreti (1978), ganadora de la competencia argentina en el Festival de Mar del Plata del año pasado. Porque Diablo nos habla de estallidos. Varios. Internos y externos. Literales. Pasando por lo corporal para llegar a todo lo explosivo que puede llegar a ser un filme de acción. O mejor dicho: que tiene que ser. Y la película de Loreti, principalmente una comedia negra, es un híbrido que para los espectadores nacionales sedientos de exponentes vernáculos del género es precisamente agua. Con una bienvenida variante a su fórmula: hidrógeno dos, oxígeno uno y balas disparadas mil.
La gota china, la gota que derramó el vaso, está primero en el timbre que no deja de sonar de esa casa, segundo en una tragedia del pasado del protagonista que lejos está de abandonarlo en la actualidad y en tercer lugar en el “¿en qué andás?” que no puede parar de preguntarle una y otra vez el personaje de Juan Palomino al interpretado por Sergio Boris. Lógico: cuando un pariente se aparece después de mucho tiempo de no saber nada de su vida es que algo definitivamente huele mal y anda peor. Y es sabido que ese familiar buscando ayuda entre los que son de su sangre por lo general soluciona su dilema heredando el drama. Macanudo. Alguien tiene que pagar. Y Marcos Wainsberg (Palomino) sin pedirlo ni haberse ofrecido, como suele suceder en estos casos, recibe todos los muertos de su primo Huguito (Boris).
Hacer una lista con la fauna variopinta que llega hasta lo del Inca del Sinaí, tal como se lo conoce al ex boxeador que encarna Palomino, sería servirle un plato de sopa fría al posible espectador de una película que antes de su estreno comercial –y gracias a los premios cosechados en sus pasos previos por festivales– ha ganado de entrada los laureles propios de un filme de culto. Olimpo al que accede junto a Fase 7 (2011), de Nicolás Goldbart, y a la celebradísima Aballay (2011), de Fernando Spiner, como los exponentes más logrados en lo que va de esta década; nobleza obliga: siempre hablando de cine de género duro y puro y dentro del panorama de una alicaída industria nacional que apuesta poco y nada a este tipo de realizaciones. Y de un público que no suele acercarse al número que se necesita en la taquilla desde lo comercial. Pero esa es otra historia.
En Diablo, el más cinéfilo, puede encontrar en el ADN de la película al Jueves de Skid Woods como también el aporte desde la edición para lo narrativo que supiera ser la marca registrada del primer Guy Ritchie, el de Juegos, trampas y dos armas humeantes. A esto habría que sumarle todo aquello que ha hecho de Loreti un amante del séptimo arte: ese cine que descubrió y con el que supo crecer durante el final de los setenta y en toda la década del ochenta homenajeados desde la secuencia de títulos en el comienzo del filme. La gran actuación de Palomino, quien se pone al hombro la película, recuerda a la posta que se supieron pasar actores como Charles Bronson y Burt Reynolds –incluso el Clint Eastwood de la saga con el orangután Clyde–antes de que Sylvester Stallone con la M-60 y Arnold Schwarzenegger con sus viajes en el tiempo redefinieran los modelos de (anti)héroes en este tipo de historias.
Loreti comenta que entre tantas cosas que supieron ser motores para este proyecto le han servido declaraciones realizadas por el actor Lance Henriksen –el Frank Black de la serie Millennium o los diferentes Bishop en las Alien en las que participó– a su trabajo bajo las órdenes de John Woo en Operación: cacería con Jean-Claude Van Damme. Henriksen declaró la importancia que le daba un realizador considerado como el estilista del cine de acción a las relaciones entre sus personajes. Que de si funcionaban o no dependía el enganche con el filme más allá de las convenciones del género. Loreti apostó al vínculo entre Marcos (Palomino) y Huguito (Boris) por encima de las cataratas de gags y de la adrenalina de las peleas coreografiadas y los tiroteos a mansalva y el resultado es la alegría que trasmite la película en la pantalla grande.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Audio de La trama celeste



CHARLANDO CON ALFREDO ROSSO. Entre tantas cosas; de posters de gomerías, canciones para salir a pistear, las mujeres que nos hacían los ratones y las chicas que nos enamoraron, cómics, artes marciales, mi hermano, mi nene, de todo... En "La
trama celeste". El audio del programa en el link. Desde la hora y 34 minutos hasta el final, nuestra charla. Mil gracias a Julian y a Lupita Rolon.

sábado, 8 de diciembre de 2012

La trama celeste


También este sábado 8 de diciembre voy a estar hablando del Tigre Harapiento y de mis demás novelas con Alfredo Rosso. El programa va de 18 a 21 por la AM750 y yo estaré al aire a partir de las 19,30. Me pidieron que musicalizara ese último tramo del programa, así que entre las ocho canciones que programé van a encontrar lo último de Zz Top, Neil Young & Crazy Horse, Abuelos de la Nada, Divididos, varios temas que anduve posteando por acá este último tiempo, el one hit wonder de Charles & Eddie -¿Charles & Eddie? ¡¿Charles & Eddie?!- además de esta perlita de Lil Wayne. El por qué de esas elecciones, historias que aparecen o se vivieron con ellas de fondo y que tienen que ver con lo que escribo, obviamente en esa charla con el Maestro Rosso.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Vía Libro



Mañana, sábado 8 de 12 a 13, en Nacional, AM 870, voy a estar en el programa de radio que conduce el colega Vicente Muleiro. Hablaremos de la reedición de mi primera novela, "Siete & el Tigre Harapiento". Y de lo que escribo. Suban el volumen.

jueves, 29 de noviembre de 2012

domingo, 18 de noviembre de 2012

Pastilla



¡ACCIÓN Y MUCHO HUMOR! El escritor Leo Oyola presenta en "Sopapo" el primer título de una trilogía ninja. La historia, ilustrada por Leonardo Arias, se centra en el descubrimiento que Tomás hace de su papá: ¡es un gran maestro de las artes marciales! Y el papá descubrirá que Tomás está enamorado de la señorita Marilina.


Recomendación en el popurrí de la revista del domingo del Diario La Nación del 18 de noviembre de 2012. Foto de Mica Hernández.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

"Todos tenemos la necesidad de jugar"


Con el lanzamiento de Sopapo (Norma), que narra la historia de un chico de nueve años que descubre que su padre es un gran maestro ninja, el autor de Bolonqui (2010) da inicio a una trilogía de literatura infantil y juvenil.

(Por Ivana Romero). Cuando Leonardo Oyola pasaba con el tren por Ramos Mejía veía un cartel extraño en la entrada de un boliche bailable: "Escuela Ninja de Pinar de Rocha". A él y a su hermano un año menor, el aviso les causaba gracia. Si los ninjas japoneses se caracterizaban por ser un grupo de mercenarios entrenados en secreto, ¿cómo era que en el oeste bonaerense cualquiera podía exhibir sus espadas  y sus shuriken a plena luz del día? Con el tiempo, los hermanos Oyola abandonaron la idea de anotarse en esa escuela y sólo iban a Pinar de Rocha a bailar (alguna vez también fueron a ver una pelea de Mike Tyson en pantalla gigante; pero como el boxeador perdió, no volvieron más porque pensaron que eran mufa). El recuerdo, sin embargo, quedó dando vueltas. Con los años, se transformó en una de las evocaciones de infancia que pueblan Sopapo, editado por Norma, con ilustraciones de Leo Arias (y un flipbook del "auténtico sopapo chino" como bonus track). Se trata del segundo libro para chicos que escribe Oyola (el anterior fue Bolonqui, publicado en 2010) pero el primero en formar parte de una trilogía especialmente pensada para el público infantil que se completará con Paliza y Te llené la cara de dedos. 
Así, la historia de Tomi –un chico que en esta primera parte está a punto de repetir el cuarto grado, que está enamoradísimo de su maestra y que descubre que su papá es un auténtico ninja secreto– es la contracara luminosa de policiales como Kryptonita o el próximo Ultra/Tumba, en el que Oyola está trabajando por estos días. 

–¿Cómo surgió la posibilidad de escribir Sopapo?
–Después de Bolonqui, uno de los editores me dijo que muchos de mis forajidos, de mis delincuentes de las novelas para adultos, tienen cosas para nenes grandotes, que por qué no pensaba en coquetear un poco con eso. Por un lado, yo había tenido un contacto casi inexistente con la literatura infantil cuando era borrego. Después, cuando fui bibliotecario en una escuela de Morón, leí más libros para chicos. Pero recién en la época de Bolonqui empecé a leer a escritores como Laura Escudero, Franco Vaccarini o Sergio Aguirre. Por otro lado, siempre tenía idea de hacer algo con las artes marciales. Bruce Lee y Chuck Norris eran capos de los capos en el oeste. Y después apareció ese recuerdo de la escuela ninja. Y también, cosas de cuando yo era chico, de mi hijo, de mi sobrino (que es el Tomi de verdad). Hasta del gato Satanás, que era un gato de mi hijo.
 
–¿Qué cosas sabías sobre este libro y qué cosas fuiste descubriendo?
–Sabía que uno no escribe para chicos o adultos. Uno escribe. Y yo vengo del policial. Entonces, así como sé que hay reglas específicas del género, cuando escribís para chicos tenés que tirar el ancla en ciertas cuestiones, pensar en tus lectores potenciales. Así que también sabía que no daba para un policial convencional. Lo que no sabía era que se me iba a cruzar, por ejemplo, mi tío paraguayo, Julio, que contaba historias buenísimas, aunque a veces eran macanas. A mí me encantaba mi tío, inclusive cuando contaba cosas que, como dice Tomi en el libro, eran "cualquiera". Y ese es el espíritu que quise ponerle al libro. Hay cosas que, cuando sos chico, nunca terminás de saber si son ciertas. Pero lo que importa es la leyenda. Y la posibilidad de que la vida sea una aventura, con todo lo que eso incluye, desde el amor al misterio.

–Hay, hablando de leyendas, varios guiños para adultos. Por ejemplo, la elección de que cada capítulo sea un verso de Tell it Like Is de Don Johnson.
–Me gusta Don Johnson, qué querés que te diga. Ahora todos se van a hacer los locos y van a decir que no, pero es mentira, todos queríamos tener esos sacos blancos y esa pinta. Cuando empecé a trabajar con el índice para que cada capítulo fuera un verso y todo formara una letra de canción, como hice en otros libros, me interesaba el resultado. O sea, ver cómo se resignifica la letra cuando se transforma en discurso de alguien que no es el que canta. Por ejemplo, me resultaba gracioso que el nene dijera "si querés jugar, andá y comprate un juguete" como dice Don Johnson en la canción. Es que Tomi es un tipito. O sea, sigue siendo chiquito pero se va acercando a la adolescencia, un momento donde te ponés contestador y en teoría, sabés todo. Y si te fijás, aparece eso en su vínculo con el padre: por un lado le pide consejos y por otro piensa "este gordo me está chamuyando". Y por debajo de todo eso hay un amor, una complicidad entre ellos porque, en definitiva, todos tratamos de ser buenos padres. 

–Los homenajes siguen. De hecho, el libro también evoca a David Carradine, a Patrick Swayze, a Michael Jackson… 
–Cuando murió "Maicol", mi hijo y mi sobrino andaban como locos con Thriller, un video que les asustaba pero les atraía a la vez. Un día viene Tomás y me dice "En la escuela dicen que Maicol tal cosa y tal otra". Y vos le veías la cara de desilusión al pibe. Entonces, con mi hermano pensamos que no podías decirle que Papá Noel no existe. Y entonces usé la frase que le escuché a uno una vez: "Si hizo Billie Jean, para mí es inocente". Los ídolos tienen su costado humano, que a veces es bravo. Por eso hay una parte de la gente a la que le gusta cuando se caen. Y también están los otros, que se vuelven talibanes y defienden a un ídolo a toda costa. No están buenos los extremos. Ese año, encima, se murieron Carradine y Patrick Swayze. En Moreno, cerca de Isidro Casanova, donde nos criamos mi hermano y yo, había un boliche que se llamaba Sem donde se bailaba como en Dirty Dancing. Y había que saber bailar. 

–¿Vos eras un buen bailarín?
–Al momento de bailar soy como Whoopi Goldberg en Ghost: dejo que entre en mí el espíritu de Patrick (risas). Desconfiá del escritor de nuestra generación que no bailó Dirty Dancing, que no bailó Erasure, porque no tiene sangre. Hay que hacerse cargo de lo que tuvimos en nuestro prontuario.

–Una vez más, en esta como en otras historias (como la saga de Santería, Sacrificio y Chamamé) las mujeres son muy poderosas.
–Y sí. Yo siempre traté de ser muy agradecido con las mujeres de mi vida, desde mi mamá y mi tía Pocha a mis parejas. Ahora con Ultratumba exploro otras cuestiones que tienen que ver con lo femenino. La novela  transcurre en un penal de mujeres. Y es la historia de una separación de dos amantes, una interna y una guardacárcel, que vienen teniendo una relación hace un tiempo y tienen que cortarla. Después, el asunto deviene en una historia de zombis. Ahora que lo pienso, la novela se me está haciendo cada vez más oscura. 

–¿Cómo se llevan los chicos de tu relato con el mundo adulto?
–Tomi es parte del mundo actual. En el libro hay alusiones a Internet, al primer amor con esa intensidad que uno recuerda mucho tiempo, a las familias ensambladas. Igual, la idea era evitar entrar de lleno en la parte de sombras. Tomi no es un pibe que no ve lo que pasa; pero prefiere seguir jugando, como cualquier chico. La idea era no perder su punto de vista. Mi lugar como escritor tiene que ver con tirar las coordenadas mínimas, no explicar, no ponerse pedagógico. 

–Al principio de la entrevista decías que tus forajidos tienen cosas de nenes grandotes. Siguiendo con esto de tu lugar como escritor, ¿qué sucede con la dimensión lúdica de la escritura?
-Bueno, todos tenemos necesidad de jugar, de ser nenes de vez en cuando. La escritura no se hace de taquito, es un oficio que se aprende y tiene sus cosas. Pero a la vez, le tenés que sacar solemnidad, la tenés que pasar bien escribiendo. Y en ese sentido, el grupo ayuda. No me refiero a que todos deban ser escritores como uno, pero sí a tener ciertas afinidades. El grupo ayuda a mis personajes y me ayuda a mí en lo cotidiano. Cuando te encontrás gente con la que estás bien, es como que bajara el cono del silencio del Superagente 86, pero fuera un escudo. Te sentís más acompañado y también más poderoso. Los norteamericanos tienen al héroe solitario como referencia pero acá el héroe es colectivo, como El Eternauta. Y por otro lado, cuando la pasás bien con la gente que querés y te banca, te pasa como con la canción de los Ratones Paranoicos: querés que dure para siempre.  «

lunes, 12 de noviembre de 2012

Leo Oyola inicia su camino en la literatura infantil


Con Sopapo, la historia de Tomi, un niño de nueve años que descubre que su papá es un gran maestro ninja, el escritor Leonardo Oyola da inicio a su trilogía de literatura infantil y juvenil y, sin abandonar su camino en el policial negro, se adentra en el imaginario de los chicos y en las relaciones entre padres e hijos.

(Por Leticia Pogoriles). "Sopapo" (Norma) es un relato de un poco más de cien páginas que se centra en Tomi, narrador y eterno enamorado de su maestra, Marilina, que en una situación confesional con su padre descubre un secreto increíble: él es un maestro ninja y lo entrenará en el arte milenario del sopapo chino.
En su imaginario, Tomi cree que -a fuerza de sopapos, claro está- podrá desbancar al novio de su maestra, pero la realidad se va entrometiendo de formas cómicas y es cada vez más imperioso estudiar para pasar a quinto grado. En el medio, se suman las excentricidades de su primo Martín, las charlas con su tío y los encuentros con la poco agraciada Cucusita, su compañerita.
La decisión de coquetear con este género es el correlato de una buena experiencia con su novela juvenil "Bolonqui" (2010). “Me decían que mis delincuentes tenían cosas de nenes grandotes, en lugar de hacer su trabajo hacían su juego, que eran aniñados dentro de sus maldades y de su crueldad", cuenta a Télam el autor de "Kryptonita", considerado uno de los mejores libros en 2011.
Tras algunas recomendaciones, Oyola se sumergió en el mundo LIJ (Literatura Infantil y Juvenil) con autores como Sergio Olguín (“El equipo de los sueños”), Paula Bombara y Laura Escudero. "Ya espero sus libros", dice.
“Siempre quise hacer algo con las artes marciales, pero en el universo de adultos era muy difícil convertirlo en verosímil, como ese viejo axioma que dice `desde que está la pólvora se acabaron los valientes`”, reflexiona.
Para el autor de ocho novelas para adultos lo que más lo sedujo del género LIJ fue "conectar en algún punto con algo más luminoso y juguetón. No es un descanso escribir este tipo de novelas, pero está bueno mecharlo", sostiene.
Tomi es hijo de una pareja de padres separados y, sin estridencias, Oyola bucea con naturalidad en un marco de familia ensamblada y en la relación padre e hijo, un vínculo que se terminará de consolidar en las dos novelas que completan la saga Ninja de Pinar de Rocha: “Paliza” y “Te llené la cara de dedos”.
Padre de un niño de siete y tío de uno de 10, el autor de “Hacé que la noche venga” concede que reprodujo mucho de su experiencia: En "Sopapo", Ana la madre de Tomi, aparece en un segundo plano: "Las relaciones con las madres están más `unplugged` (desconectadas), pero es obvio que los nenes viven con ellas, el trabajo maternal es más anónimo, no tan reconocido como debería".
“Con mi hermano -revela- teníamos charlas sobre la paternidad. Al principio uno toma como un fracaso no ser un papá tradicional, pero me di cuenta que cada uno construye el vínculo a su manera”.
Con esta idea el autor le da un lugar protagónico a la confesión entre padre e hijo, una relación que vértebra esta novela juvenil. Para él, es un momento clave: “Si bien no se da en el día a día, las confesiones se vuelven extraordinarias y como adulto te acordas y mucho de ese momento en que el nene te dice: `me gusta una chica pero no le cuentes al abuelo porque me muero`”, se ríe.
“Es re tierno porque es un momento en que no tienen filtro, quería tratar de capturar eso donde enseguida te trasladan a su universo”, confiesa Oyola, ganador del premio Dashiell Hammet al policial en la XXI Semana Negra de Gijón por su novela "Chamamé", recientemente reeditada en el país.
Tomi está en la cuerda floja, tiene que estudiar y mucho si no quiere repetir. “Para mí el estudio es una marca, lo veo en mi sobrino porque hay que rezar para que pase de grado, es que a esa edad, estudiar es lo que hay que hacer. Nunca me voy a cansar de decir que el estudio no sólo abre puertas, abre mundos y te da la posibilidad de elegir”, sostiene sin caer en la bajada de línea.
Fanático de los personajes de niños creados por el cineasta Wes Anderson, esos chicos con pipa y bata que se pasean por la casa alardeando una pequeña adultez, Oyola cuenta en "Sopapo" la primera borrachera de Tomi, basada en su propia experiencia. “Mi primera curda fue similar a la que describo, como chico eso te llama mucho la atención. Pero de ahí a tolerarlo, es otra cosa”.
“Con las chicas pasa lo mismo, es probable que de chico no les darías jamás un beso y después un par de años te das cuenta que besar es lo más lindo de la vida, mientras tanto tiene que pasar el tiempo para que te caiga la ficha”, agrega.
Para escribir "Sopapo", Oyola se nutrió de sus flashbacks. "Tengo lindos recuerdos de pibe, nunca nos faltó lo básico, siempre fui muy enamoradísimo y pícaro, descubrí que me gustaban las chicas, iba jugar a la mancha, pero sí era venenosa mejor. Esa es la felicidad, no hay compromiso, no hay que prometer nada. Como adultos, tenemos que cuidar esa hermosa curiosidad de los chicos".
Si dejar a los grandes afuera, este escritor que siempre ordena los índices de los capítulos con canciones, les hace un guiño con referencias a la cultura pop, a los 80, a Michael Jackson y a uno de sus ídolos, David Carradine. "Pero quisiera tratar de entrar a lo universal, sin importar la edad. En definitiva, soy `Shrek` pero quisiera ser `Toy Story`”, concluye.

Para leer en su sitio original, clickear acá.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Crecer de golpe



En poco tiempo, Tomi, el protagonista de este libro, se entera de varios secretos de familia, aprende a pelear con la técnica del famoso y terrible sopapo (en su variante china), aprueba el examen final de cuarto para quinto grado y cambia de objeto amoroso.El autor de la nouvelle es el argentino Leonardo Oyola que, a pesar de su juventud (1973), tiene ya una extensa trayectoria en el campo de las letras: periodista para la edición argentina de la revista Rolling Stone, autor de un blog (tigreharapiento.blogspot.com.ar), escritor de novelas policiales, su último libro es Kryptonita. Ahora, con Sopapo indaga las complicadas relaciones familiares de un chico de nueve años, que además está enamorado, por supuesto, de su maestra Marilina. Con personajes bastante delirantes (anda por ahí un gato medio peligroso llamado Satanás) y una prosa deliciosa y desenfadada, tan coloquial como sea necesario, Oyola construye una historia atractivísima, llena incluso de guiños a los padres de sus lectores pequeños que muy bien pueden llegar a ser sus lectores adultos (los que veían a Kwai Chang Caine y a Patrick Swayze, y han bailado al ritmo de Michael Jackson). Las ilustraciones de Sopapo no podían ser sino del artista Leo Arias, el creador de Apu, que también deja un regalo: cómo aprender a ejecutar el fulminante sopapo chino. Graciela Melgarejo
  • Sopapo 
    Leonardo Oyola 

    Norma
    122 páginas
    $ 40

miércoles, 7 de noviembre de 2012

En La Rioja


sábado, 3 de noviembre de 2012

viernes, 2 de noviembre de 2012

miércoles, 31 de octubre de 2012

El cerco


martes, 30 de octubre de 2012

viernes, 26 de octubre de 2012

jueves, 25 de octubre de 2012

miércoles, 24 de octubre de 2012

En Crónicas del crimen


(Por Sol Amaya). Hoy les ofrezco un lujo: una pequeña entrevista con Leo Oyola, autor del libro que recomiendo en este post: Kryptonita.
Oyola nació y se crió en el oeste del Gran Buenos Aires. Es colaborador en la edición argentina de la revista Rolling Stone. Además de Kryptonita, también es autor de las novelas Santería y Sacrificio, Siete & Tigre harapiento -tercera mención del Premio Clarín 2004-, Hacé que la noche venga -revelación 2008 en la Revista Ñ-, Bolonqui, Gólgota y Chamamé -Premio Dashiell Hammett al mejor policial en la XXI Semana Negra de Gijón-.
En esta entrevista, Oyola nos cuenta algunos detalles de Kryptonita.

 Sol: ¿De dónde surge la idea de escribir Kryptonita?
Leo: De un concepto del mundo del cómic: el elseworld. Se parte de una premisa en el que un personaje conocido se lo traslada a otro escenario o tiempo modificando así su universo y también su historia. El elseworld por excelencia es Hijo rojo en el que la nave que trae a un superman bebé en lugar de caer en EE.UU. aterriza en la Unión Soviética. Mi novela plantea tácitamente que hubiera ocurrido si el último sobreviviente del planeta Kryptón se criara en La Matanza.
S: El personaje del nochero, tengo entendido, sale de algo que te contaron, algo que pasa realmente en algunos hospitales del conurbano. ¿Es así?
Lamentablemente, sí. Una práctica muy institucionalizada según mis fuentes.
 S: ¿Cómo fue el proceso para crear el personaje de Nafta Súper? ¿En qué te inspiraste? ¿qué hay del súperman original en el personaje?
L: Fue darle características sobresalientes de la biografía del personaje ya sea en hechos puntuales de la historieta o de alguna de sus películas; más cosas mías. Por ejemplo el apodo, Pinino, es como me dice mi familia.
S: ¿Hay algo autobiográfico en el relato de Kryptonita? ¿Anécdotas tuyas o de conocidos que hayas incorporado a la memoria de tus personajes?
L: A todos les presté algo de mi prontuario. No solamente a Nafta Súper. Las anécdotas de la cancha como las del Jesse James –el Yesi como lo pronuncian allá- las de carnavales incluso varias de las más sombrías porque para bien o para mal nos tocaron.
 S: ¿De dónde sale toda la jerga? ¿Son todas creaciones tuyas o hubo una búsqueda, una investigación, para hacer hablar a los personajes en esos códigos?
L: La jerga sabe ser bien localista. Es un poco como nosotros hablábamos cuando vivíamos por esas calles. Tampoco es a la hora de escribirla como si desgrabaras un audio de una entrevista. Es intentar darle toda la vida posible por más que esté haciendo ficción.
S: La banda de Nafta Súper, ¿podría en algún aspecto identificarse con alguna banda o algún personaje real?
L: Son mi versión de la Liga de la Justicia. Mis Súper-amigos: Superman, Batman, la Mujer Maravilla, Linterna Verde, la Chica Halcón y el Detective Marciano.
S: Cuando creás tus personajes ¿Hay algún escritor en particular en quién te inspires? ¿o alguna serie o película?
L: Están presentes –siempre- las enseñanzas de mi maestro en el oficio y en esta vida elegida, Alberto Laiseca.
S: Vos tenés un hijo que se llama Ramón, ¿no? ¿Tiene algo que ver con Monchi, el hijo de Nafta Súper?  En algún punto ¿quisiste dejarle un mensaje desde la literatura, desde el desarrollo de este libro, a tu hijo?
L: Si, Monchi está basado en MI Monchi. Creo que escribir “Kryptonita” fue la forma de pedirle perdón e intentar contarle porqué no pude ser un padre tradicional para él. Que lo amo. Y que lo extraño mucho cuando no estamos juntos.
S: Si tuvieras que seguir la historia ¿Qué sería de la vida de Monchi?
L: Se iría de su lugar de origen. Lejos. Bien lejos. Como lo hizo mi hijo.
S: Y por último, y esto no tiene que ver con el libro en sí. ¿Cuáles son los tres libros policiales de otros autores que le recomendarías a alguien que se interese en el género?
L: Bien old school, y por eso como lector de policiales mucho más que celebrado, “La aguja en el pajar” de Ernesto Mallo, “Sueños de perro” de Guillermo Orsi y “Monstruos perfectos” de Miguel Ángel Molfino.

jueves, 18 de octubre de 2012

Pastilla en El Guardián


"Uno de los escritores más destacados de la novela actual incursiona en la literatura infantil con éxito. Se trata de Leonardo Oyola, que en este libro dirigido a chicos mayores de 9 años, trabaja con los vínculos de padre/hijo con ternura y sensibilidad". 

Pastilla sobre SOPAPO publicada en la sección de libros de la revista El Guardián del jueves 18 de octubre de 2012.

martes, 16 de octubre de 2012

viernes, 12 de octubre de 2012

lunes, 8 de octubre de 2012

El Tigre 2012


viernes, 5 de octubre de 2012

Oasis


(Por Rodrigo Fernández). "Siempre arranco pensando en una columna vertebral, que es un policial, pero después se va nutriendo de lo que necesita a la historia y luego le doy para adelante", dijo Leonardo Oyola en diálogo con EL POPULAR luego de la presentación de su última novela. Sentado entre las butacas del salón del Concejo Deliberante luego que el público se retirara, Oyola contó que ser escritor "me agarró sobre la marcha, laburando". "Cuando menos lo esperaba, estaba embarcado escribiendo una novela, la mandé sin pensarlo dos veces a un concurso, fui finalista, obtuve una mención, se publicó y después fueron pasando otras cosas en la vida, un poco más amargas", dijo, y recordó que "laburándolo en terapia me hicieron ver que era una oportunidad para realizarme haciendo algo que quisiese. Desdramatizar el tema de haber perdido el laburo, de la separación. Le apunté todos los cañones a esto, que me traía mucha paz".


"No sólo el tema de publicación, sino invitaciones a charlas. La primer charla que di en mi vida fue en España", evocó, y aseguró que "empezó todo como un efecto dominó y como dicen los pibes: no lo pensás, lo hacés. Creo que por suerte se dio y soy un tipo muy feliz". 



Si bien la carrera literaria de Leonardo Oyola empezaba a despegar, su lanzamiento oficial iba a llegar con el premio obtenido en la Semana Negra de Gijón por su novela "Chamamé". El autor reconoció que ese libro le cambió la vida. "Sobre todo la escritura de ese libro. Porque en un momento en que lo había perdido todo, haber escrito 'Chamamé' me terminó dando de todo. No sólo esta carrera, no sólo esos reconocimientos y los viajes, sino incluso hasta una pareja", y señaló a la escritora Alejandra Zina, autora de la novela "Barajas", que lo esperaba a un costado.

Los personajes de Oyola, si bien navegan en las aguas de lo marginal, tienen un férreo código de la amistad. Valores de barrio como la lealtad, la confianza o la palabra. "Todo lo que enumeraste anteriormente salió también de terapia", dijo el escritor, y sostuvo que "por ahí las dos primeras novelas eran un poco más tradicionales, pero lo que quise trabajar después era lo que me jodía: la traición, pero sobre todo el tema de los códigos".

Eso lo encontré siempre en las personas más humildes, que incluso no tiene una instrucción académica, que se aferran a cosas puntuales. Una de esas tiene que ver con valorar la amistad, valorar al otro. Me parece que de una manera inconsciente empezó a aflorar y mucho", apuntó, y agregó que "me gustaba ese tema. Tratar de recobrar eso que vi en la gente humilde, que es donde nos tocó crecer, donde hubo un momento que me tocó volver y que ahora a la distancia no sólo es la forma de honrar, sino de decir que es lo que quiero para todo, aplicarlo a todo". 



En "Krytonita", un grupo de delincuentes llegan con una herido grave una noche a la guardia de un hospital del Conurbano y se atrincheran hasta que llegue la madrugada. El libro tiene continuas referencias al mundo del cómic y Oyola contó que la idea surgió charlando con Juan Sasturain. "Me habló de ese tema y de una historieta de Superman, 'Hijo Rojo', en la que el tipo caía en la Unión Soviética y terminaba siendo un ícono del comunismo. Entonces empecé a pensar en llevarlo a Casanova, no como un chiste sino a ver qué onda y por qué". "El tema era, y que creo que siempre lo trato de poner en todos mis libros, que no tenés que mirar el pasado con odio. Tenés que estar en paz con quien fuiste, con lo que hiciste. Si querés volver al pasado y querés enmendar las cosas que hiciste mal, vas a hacer otras. Que no sea una cruz, tampoco si fue fulero que lo mires con una sonrisa pero que entiendas que fue pasado y que vos sos movimiento. Sos de ahora para adelante", sostuvo el escritor, que adelantó que ya casi tiene listo el borrador de su próxima novela: "Ultratumba". La trama transcurre en una cárcel de mujeres durante un motín, donde dos pabellones se disputan el control. En el momento que menos esperan el pabellón D, donde los internas con enfermedades terminales o problemas graves de adicción son enviadas a morir, resucitan. "Quería hacer una novela de zombies con la estructura del spaghetti western", finalizó.

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miércoles, 3 de octubre de 2012

Contratapa (texto)


Siete & el Tigre Harapiento es el primer libro de Leonardo Oyola, ganador del Premio Hammet 2008 a la mejor novela negra en español. Policial ambientado en el Buenos Aires de 1897, en el mundo de conventillos, burreros y delincuentes, la Orquesta del Gato Cabezón se sube a los escenarios porteños y hace bailar a los más desdichados. Pero de sus instrumentos no salen milongas, sino sangre y ruegos de perdón. En este universo con guiños al folletín, de personajes bestiales y crueles, un solista canta finales trágicos y mensajes enigmáticos que deben ser descifrados por el inspector Vals y su aprendiz. Gatos, tigres, hienas, sabuesos y gallos compiten para subsistir entre asesinos y corrup­tos, a ver quién se queda con el hueso.

Para leer en la página de la editorial, pinchar acá.

martes, 2 de octubre de 2012

Superhéroes sueltos


En el marco de la IV edición del Festival de historieta Viñetas Sueltas, el dibujante Max Aguirre entrevistó a Leonardo Oyola por los cruces entre historieta y literatura en su novela Kryptonita.


(Por Florencia Parodi) La cuarta edición del Festival Internacional de Historietas Viñetas Sueltas, que pone el acento en la producción argentina y latinoamericana, se desarrolla desde el domingo pasado en seis sedes distintas: Malba, ECUNHi, CCEBA, Alianza Francesa, Centro Cultural Coreano y Tecnópolis. La primera jornada estuvo dedicada al cruce entre la historieta y la literatura, y en ese marco tuvo lugar la entrevista en la que el dibujante Max Aguirre interrogó a Leonardo Oyola por su novela Kryptonita, donde el cruce entre estas disciplinas es fundamental. La novela parte del concepto de “Elseworld”, es una adaptación de la historia de los superhéroes de DC llevada al escenario de La Matanza. Max y Leo se conocen hace mucho, los dos crecieron en Casanova y vinieron a Capital para trabajar, así que la entrevista tuvo un tono todavía más amistoso que el que suelen generar ellos en cualquier lado.

Atrás del sillón donde estaban sentados entrevistador y entrevistado se proyectó un continuum de videos de los ochenta: Europe, los Guns, Madonna, “Moonwalker” de Michael Jackson, Creedence y Genesis fueron algunos de los que pasaron por la pantalla. Además, durante la charla Oyola citó a Sting para explicar la circunstancia que atraviesan los personajes de la novela y contó una efeméride trucha que dice que las favelas nacieron en el primer Rock in Río, cuando Scorpions tocó una versión de “Aún te amo” de veinte minutos y el público del Maracaná se reprodujo instantáneamente con los que tenían cerca. “Me parece que a veces lo literario es muy solemne y que no da hacerse el otro. ¿Qué fueron las cosas que nos formaron a nosotros? Obviamente leer, también leer mucha historieta, y este tipo de canciones. Nos poníamos botas texanas JR, íbamos a los videobar, pasaban este tipo de música y ahí empezaba la tarea de escritor, porque ahí empezabas a chamullar”.



En ese marco de recuerdos ochentosos la entrevista arrancó con una pregunta por el germen de Kryptonita, algo que se puede rastrear ahora que el libro está terminado. Lo primero que el autor identificó como raíz fue un grupo con el que se reunía hace ocho años, cuando todos estaban haciendo sus primeras armas en la literatura. Se llamaba Sociedad Misantrópica del Buje Limado, estos últimos dos términos como eufemismo consciente de que “había que pelarse el culo para vivir de esto”. Cuando se estrenó la primera Batman de Nolan uno de los integrantes de la Sociedad les hizo notar a los demás que Christian Bale nació en el 74 y que por lo tanto era la primera vez que iban a ser más viejos que Batman. Con eso les arruinó la noche, cuenta Leo. Tiempo después otro de los miembros, crítico de cine, encontró un prólogo de Frank Miller para la edición de los diez años de El Regreso del Señor de la Noche donde decía que le había pasado lo mismo: cuando se dio cuenta de que era más grande que Batman no lo pudo tolerar, entonces se puso a escribir.

Pero el planteo del proyecto en el caso de Oyola fue, según él, más mercenario. La editorial le había hecho un contrato abierto y le pedían una línea para saber de qué iba la novela. Él no tenía nada escrito pero incentivado por el adelanto y a partir de una charla que había tenido con Sasturain, les dijo que iba a tratar sobre un superhéroe pensando que iba a ser Batman. Después se hizo cargo de que las primeras películas que vio y lo que más lo movilizó fue el tema de Superman: “Hilando un poco fino, el asunto de que al tipo que es aparentemente indestructible lo único que es capaz de matarlo son los restos del lugar de donde vino”. Recién instalado en Capital y recién decidido a dedicarse a la escritura, Oyola pensaba en el ancla que puede llegar a ser el lugar de origen. “¿Qué era para nosotros, siendo de Casanova, la kriptonita? Quedarnos allá”, le dijo a Max.



Una vez que encaró la novela vino la idea de narrarla desde un médico nochero y armar la banda del protagonista de la historia con personajes que fueran sus relecturas de Batman, Flash, Linterna Verde, la Mujer Maravilla, la Chica Halcón y el Detective Marciano. Quiso “contar la historia de este tipo sin nombrar nunca que era Superman; hacer todos los guiños y ser híper respetuoso con el lector de comics, pero no dejar a nadie afuera de la fiesta”. Es decir que la idea inicial fue armar un híbrido con la reescritura de la historieta mezclada con cosas propias (Oyola se hace cargo de queKryptonita es su novela más autobiográfica).

Max Aguirre se dirigió al público y recomendó el libro a los historietistas especialmente, porque son los que pueden entender todos los guiños que tiene –aunque estos no sean indispensables para la lectura–. “Kryptonitaestá escrito por un obsesivo fanático de la historieta, del cómic americano, así como del cine”. Aunque imite la estructura y ciertos episodios de la vida de Superman, el derrotero del personaje de Leo es otro. El dibujante confesó que la división entre bien y mal que hay en la tira y la idea de bien tan asociada al orden establecido es algo que lo aleja, y le preguntó a Leo por qué tomó la decisión de hacer de Nafta Súper el líder de una banda de delincuentes. La razón pasa por su premisa de no juzgar a los personajes. Al igual que en la mesa sobre Imaginarios suburbanos que tuvo lugar en el mismo auditorio en el Filba del año pasado, Oyola explicó que es consciente de estar narrando un fragmento de la vida de ellos y que a todos nos ha tocado, en distintos momentos, actuar del bueno o del villano invitado, no es algo definitivo. “A estos personajes los quiero mucho porque tienen bastante de mi hermano y de gente con la que uno supo ranchear”. Nafta Súper nunca habla, su historia se reconstruye a través de los otros, que están ahí porque deciden aguantarlo la noche en la guardia y prefieren exponerse en vez de dejarlo morir porque son una familia en los términos en los que la entiende el autor: aparte de lo sanguíneo, los amigos escogidos. Por eso, dijo, se saca el sombrero. En este sentido otro factor que tuvo en cuenta del Superman de la historieta pero sobre todo del de la película de Donner es la relación padre-hijo, no solo biológica, sino también la adoptiva. Leo contó que mientras escribía la novela su hijo creció rápido y empezó a hablar, entonces también exploró con la escritura su relación con él.



Oyola considera que la historieta atraviesa un momento celebratorio: resaltó que la distribución creció, que ocupan mesas en las ferias, y que de hecho esa misma jornada del Festival con tres actividades en el Malba lo comprueba. “Todo esto es como esa frase de Arlt: “prepotencia de trabajo”, dijo. Le parece genial la tribu que se armó, cómo se empezó a laburar y que la historieta tenga entidad, no para que la cultura sea popular, sino para que se pueda elegir.

La última pregunta de la entrevista apuntó a los libros por venir. Leo contestó que está escribiendo una novela que se llama Ultratumba, que transcurre en un penal de mujeres y es la historia de una separación entre una reclusa y una guardia cárcel, no desde lo más íntimo sino en ese escenario. “En el medio se arma un motín y se mete un elemento fantástico. En muchos penales hay un pabellón no declarado: el pabellón donde dejan a los enfermos en fase terminal de una enfermedad infecto contagiosa y a los adictos al Paco, que lamentablemente tienen mucha similitud con el zombie”. En la novela va a plantear qué pasaría si esta gente que es consciente de que la están dejando morir ahí volviera con esa rabia. Una novela con zombies que tampoco va a nombrar a los zombies, cuyo hilo principal va a ser la historia de amor en ese escenario. “Vos siempre en esos ambientes tan agradables”, lo acusó, irónico, Max Aguirre. Igual de la mano de Oyola, calle, hospitales o penales, historia e historieta, siempre da gusto. Al final de la charla pidieron una foto desde atrás del sillón para que los padres les creyeran que no fueron a visitarlos el domingo porque tenían que hablar frente a un auditorio. Está documentado.