(Por Leticia Pogoriles). "Sopapo" (Norma) es un relato de un poco más de cien páginas que se centra en Tomi, narrador y eterno enamorado de su maestra, Marilina, que en una situación confesional con su padre descubre un secreto increíble: él es un maestro ninja y lo entrenará en el arte milenario del sopapo chino.
En su imaginario, Tomi cree que -a fuerza de sopapos, claro está- podrá desbancar al novio de su maestra, pero la realidad se va entrometiendo de formas cómicas y es cada vez más imperioso estudiar para pasar a quinto grado. En el medio, se suman las excentricidades de su primo Martín, las charlas con su tío y los encuentros con la poco agraciada Cucusita, su compañerita.
La decisión de coquetear con este género es el correlato de una buena experiencia con su novela juvenil "Bolonqui" (2010). “Me decían que mis delincuentes tenían cosas de nenes grandotes, en lugar de hacer su trabajo hacían su juego, que eran aniñados dentro de sus maldades y de su crueldad", cuenta a Télam el autor de "Kryptonita", considerado uno de los mejores libros en 2011.
Tras algunas recomendaciones, Oyola se sumergió en el mundo LIJ (Literatura Infantil y Juvenil) con autores como Sergio Olguín (“El equipo de los sueños”), Paula Bombara y Laura Escudero. "Ya espero sus libros", dice.
“Siempre quise hacer algo con las artes marciales, pero en el universo de adultos era muy difícil convertirlo en verosímil, como ese viejo axioma que dice `desde que está la pólvora se acabaron los valientes`”, reflexiona.
Para el autor de ocho novelas para adultos lo que más lo sedujo del género LIJ fue "conectar en algún punto con algo más luminoso y juguetón. No es un descanso escribir este tipo de novelas, pero está bueno mecharlo", sostiene.
Tomi es hijo de una pareja de padres separados y, sin estridencias, Oyola bucea con naturalidad en un marco de familia ensamblada y en la relación padre e hijo, un vínculo que se terminará de consolidar en las dos novelas que completan la saga Ninja de Pinar de Rocha: “Paliza” y “Te llené la cara de dedos”.
Padre de un niño de siete y tío de uno de 10, el autor de “Hacé que la noche venga” concede que reprodujo mucho de su experiencia: En "Sopapo", Ana la madre de Tomi, aparece en un segundo plano: "Las relaciones con las madres están más `unplugged` (desconectadas), pero es obvio que los nenes viven con ellas, el trabajo maternal es más anónimo, no tan reconocido como debería".
“Con mi hermano -revela- teníamos charlas sobre la paternidad. Al principio uno toma como un fracaso no ser un papá tradicional, pero me di cuenta que cada uno construye el vínculo a su manera”.
Con esta idea el autor le da un lugar protagónico a la confesión entre padre e hijo, una relación que vértebra esta novela juvenil. Para él, es un momento clave: “Si bien no se da en el día a día, las confesiones se vuelven extraordinarias y como adulto te acordas y mucho de ese momento en que el nene te dice: `me gusta una chica pero no le cuentes al abuelo porque me muero`”, se ríe.
“Es re tierno porque es un momento en que no tienen filtro, quería tratar de capturar eso donde enseguida te trasladan a su universo”, confiesa Oyola, ganador del premio Dashiell Hammet al policial en la XXI Semana Negra de Gijón por su novela "Chamamé", recientemente reeditada en el país.
Tomi está en la cuerda floja, tiene que estudiar y mucho si no quiere repetir. “Para mí el estudio es una marca, lo veo en mi sobrino porque hay que rezar para que pase de grado, es que a esa edad, estudiar es lo que hay que hacer. Nunca me voy a cansar de decir que el estudio no sólo abre puertas, abre mundos y te da la posibilidad de elegir”, sostiene sin caer en la bajada de línea.
Fanático de los personajes de niños creados por el cineasta Wes Anderson, esos chicos con pipa y bata que se pasean por la casa alardeando una pequeña adultez, Oyola cuenta en "Sopapo" la primera borrachera de Tomi, basada en su propia experiencia. “Mi primera curda fue similar a la que describo, como chico eso te llama mucho la atención. Pero de ahí a tolerarlo, es otra cosa”.
“Con las chicas pasa lo mismo, es probable que de chico no les darías jamás un beso y después un par de años te das cuenta que besar es lo más lindo de la vida, mientras tanto tiene que pasar el tiempo para que te caiga la ficha”, agrega.
Para escribir "Sopapo", Oyola se nutrió de sus flashbacks. "Tengo lindos recuerdos de pibe, nunca nos faltó lo básico, siempre fui muy enamoradísimo y pícaro, descubrí que me gustaban las chicas, iba jugar a la mancha, pero sí era venenosa mejor. Esa es la felicidad, no hay compromiso, no hay que prometer nada. Como adultos, tenemos que cuidar esa hermosa curiosidad de los chicos".
Si dejar a los grandes afuera, este escritor que siempre ordena los índices de los capítulos con canciones, les hace un guiño con referencias a la cultura pop, a los 80, a Michael Jackson y a uno de sus ídolos, David Carradine. "Pero quisiera tratar de entrar a lo universal, sin importar la edad. En definitiva, soy `
Shrek` pero quisiera ser `
Toy Story`”, concluye.
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