sábado, 25 de agosto de 2012

Los inadaptados de siempre


El estreno de Los Indestructibles 2, película que reúne a los grandes íconos del cine de acción de los 80 con algunos exponentes del actual, es el disparador para que el autor de Kryptonita justifique emociones primitivas.

(Por Leonardo Oyola). Un colega y amigo, Carlos Salem, tiene en uno de sus libros el título que a mí me hubiera gustado ponerle a alguno de los míos: Yo lloré con Terminator 2. Es fácil admitir que nos emocionamos hasta las lágrimas con otro tipo de películas. Advertir a un ser querido: nunca le vayas a comprar el auto a un tipo que no se conmovió con E.T o Una historia sencilla. Claro, eso no da vergüenza. Porque es lo más común. El asunto tiene otros ribetes, por ejemplo, cuando se hace público que uno mariconea con el Hombre Araña parando el tren antes de que caiga en el mar en esa escena titánica de la segunda película. ¿Y por qué?


Rita Wilson, actriz casada con Tom Hanks, en Sintonía de Amor interpreta a la mujer del amigo del protagonista, jugado precisamente por Hanks, en una comedia romántica amena de las que Tom hacía de taquito junto a Meg Ryan. El personaje de Wilson hablando sobre el melodrama Algo Para Recordar –-cinta leit motiv en esa narración- lagrimea al relatar una escena clave. Su esposo ficticio y también el real, en su interpretación, se burlan de ella. “”Ustedes nunca entenderían”, los condena a priori; a lo que los muchachos retrucan: “”los hombres también nos emocionamos con las películas”, para acto seguido fingir llanto hablando del final de Los Doce del Patíbulo, terminando emocionados en serio, muy a su pesar de la humorada.

No se descubre la pólvora argumentando que hay cosas que tanto para el hombre como para la mujer se experimentan de manera diferentes. Lo mismo sucede con la fecha de nacimiento. Se quiera, o no, somos hijos del momento que nos tocó vivir. Y a la llamada Generación VHS, a los que crecimos con el cine de la década del 80, nos han quedado tatuadas películas de género.  Y, así como es sencillo identificar al terror amigo de los seguidores de Freddy Krueger o las Martes 13, terminamos siendo legión los que mamamos el cine de súper acción de esos años de trama monotemática y héroe de buen porte y estoicismo en el rostro. Esos films misóginos, pura testosterona y cavernícolas a la hora de hacer propaganda a favor del american way of life siempre acechado por los enemigos extranjeros. Distracción masiva. Placer culpógeno si los hay.


Una canción del grupo The Sacados –es increíble lo que uno puede acordarse- con un estribillo bien pegadizo solía rezar: A mi chica le gustan las de miedo / será por eso que yo tanto la quiero / A mi chica le gustan las de miedo / Y a mi las de Stallone. Y he aquí una gran verdad ya que muchos consumíamos cine definiéndolo así: “¿vamos a ver una de Schwarzenegger?”, “¿están dando alguna de Van Damme?” o “¿Ya se estrenó la nueva Duro de matar?”. Y así como son míticas las trasnoches en los cines de Lavalle proyectando The Wall o La canción es la misma; en el Oeste antes de que finalmente cerraran sus puertas ni bien arrancaban los 90 -cuando no se iba a bailar- los pibes nos amanecíamos en la sala Ocean con doble programa de Jean-Claude (Cyborg y Corazón de León), en el Achával con dos de Sylvester (Condena Brutal y Tango & Cash) o en el Morón con Arnold y su Vengador del futuro y el Infierno rojo.

Ese cine y modelo envejeció más rápido de lo que a uno le gustaría admitir. No solo por el paso propio de edad sino básicamente por una cuestión de cariño. Sobre todo a esos actores. Muchos de esos títulos hoy son indefendibles sin una mirada ingenua; salvo los de Schwarzenegger que supo trabajar con buenos directores además de coquetear con otros géneros como la ciencia ficción y con resultados menos celebrados en la comedia. El gran mérito de esas historias netamente volcadas al entretenimiento es el de estar dotadas no solamente de músculos sino también de un corazón y de una honestidad tan bruta como querible. Ellos lo saben. Y en lugar de la parodia apuestan por mostrarse como lo que son en la actualidad: dinosaurios. Y es por eso que ganan en esta apuesta.


Hoy ir al cine a ver las películas de Los Indestructibles es como ir a la cancha a ver un partido-homenaje. De esos en los que se retira un jugador amado tanto por la hinchada de su club como por las rivales. Un evento que desde lo futbolístico/artístico no se espera mucho más que la celebración de ver en el campo de juego reunidos a varios astros que supieron brillar mucho más en otro momento de sus carreras. Y, que así y todo, son capaces de sorprender o más bien regalar algo inesperado. Como la chilena de Francescoli en el combinado de los amigos del Burrito Ortega contra San Martín de San Juan. No fue como la que le hizo a la selección de Polonia veinticinco años atrás. Pero se agradece. Lo mismo con esta película de Stallone y compañía.

PUBLICADO EN LA REVISTA Ñ.