sábado, 2 de marzo de 2013

Virus celeste & blanco


(Por Yael Crivisqui). Es uno de los grandes escritores contemporáneos del género del suspenso y lo fantástico, es oriundo del Oeste del Gran Buenos Aires. A colaborado en la edición argentina de la revista Rolling Stone y entre sus publicación se encuentran las novelas SANTERIA y SACRIFICIO para la colección Negro Absoluto; SIETE & EL TIGRE HARAPIENTO (tercera mención del Premio Clarín 2004), BOLONQUI, GÓLGOTA (traducida al francés) y CHAMAMÉ (Premio Dashiell Hammett al mejor policial en la XXI Semana Negra de Gijón; también traducida al francés).

Sabemos que en el género en el que vos escribís ósea, policiales, las historias de mafias, “la novela negra” en síntesis suspenso,  por lo general logra captar bastante la atención del público (si realmente es buena la novela o cuento). Pero cuando uno lee tus libros se da cuenta que mas que apelar a la atención del lector, apelas a desafiar su “razonamiento” ¿Estoy en lo cierto?
No se si se da de una forma consciente de mi parte como narrador. Mi prioridad es lograr meter en el mundo que imaginé al lector. Y para eso, entre mis herramientas como escritor, está el hecho de no dar todo cerrado el asunto. Ni la historia ni los personajes. Al libro lo completan los que llegaron a la última página. Y por eso va a tener múltiples visiones. Eso es lo que más me fascina de esto. Por eso, por más que yo soy el autor, no soy quién para desautorizar las opiniones o lo que genere en un lector –aunque no las comparta a veces- porque es algo genuino y muy personal. Uno aprende a ser respetuoso.

¿Hay alguno de tus libros que te haya dado mayor satisfacción?
Cada uno tiene lo suyo. “Siete & el Tigre Harapiento” es el inicio. Le debo. Profesionalmente. Lo mismo a “Chamamé” y a “Kryptonita”. “Gólgota” me llevó a otros países. “Hacé que la noche venga” me acercó a colegas con más experiencia en el oficio. Nos hizo sentarnos a tomar algo. Eso vale. Y mucho. Por la saga de Negro Absoluto –“Santería” y “Sacrificio”- inesperadamente terminé yendo a universidades. “Bolonqui” y “Sopapo” me llevaron a escuelas. Algo que no busqué y que se dio, y de lo que estoy muy agradecido, es la amplitud de lectores. De diferentes orígenes, nacionalidades y realidades. Y por favor: no quiero sonar pedante. Pero de esa llegada, que insisto no fue buscada adrede, estoy feliz. De poder hablar de la misma historia con una doctora en letras, con un parisino como con alguien privado de su libertad.

¿Estas abierto a nuevos desafíos, por ejemplo incursionar por otro tipo de género fuera del que acostumbras a escribir?
Uno siempre se pone desafíos de una novela a otra para evitar repetirse. Si bien es difícil abandonar temáticas y cosas que ya son parte de nuestro ADN como escritor buscás ponerte en cierta incomodidad, incursionar en algo que te sea nuevo, que te cueste. Inevitablemente vuelvo una y otra vez hacia el policial. Ese es el esqueleto de mis historias. Ya estoy tuneado así. Tiene que ver con mi prontuario de lecturas y con el personal. Con lo que me tocó patear. El policial es un género híbrido. Que te permite coquetear con otros. Eso es lo que me atrae. Poder meterle otras cosas a la estructura clásica. Y que no haga ruido.

¿Que influencias tenes a la hora de escribir, es decir, de que te nutrís?
De todo. Cine, música, libros. Salidas. Más noches de baile que viajes. Pero de lo que estoy seguro es que para darle vida a los textos tenés que estar muy en contacto con las personas. Correrte de tu experiencia personal y de tus vivencias y prestarle más atención, evocar, a las personas con las que tuviste la suerte de compartir un momento. Muchas veces me pasa que quiero escribir sobre determinado tema y ahí me cae la ficha de quién me puede dar una mano. Si es un horario prudente lo busco en el chat para consultar o le mando un mail. Y si se da, que es lo mejor de lo mejor, nos juntamos a cervecera y ahí sale la historia adelante.

- El nombre de tu blog ósea con el que te podemos identificar es  “Tigre harapiento” ¿por qué?
Sale de mi primera novela, “Siete & el Tigre Harapiento”. Cuando la publicaron y empecé a frecuentar las jornadas literarias porteñas la mayoría no sabía mi nombre o no se lo acordaba; si que yo era el autor del Tigre Harapiento. Devino en apodo. Que me hace muy bien. Me gusta que me digan Tigre porque es algo que gané con lo que hago y soy. Un apodo que viene de lo que escribí. Por eso mi facebook personal también se llama Tigre Harapiento.

Ciertamente se nota que investigas mucho y sobre todo los contextos políticos y sociales de cada época, ¿eso ha influido de alguna manera en la formación ideológica que puedas llegar a tener?
Para bien o para mal la mayoría de mi vida he sido medio Santo Tomás: ver para creer. Solo en la ficción me siento libre de poder creer.