lunes, 7 de noviembre de 2011

(Súper)Héroes anónimos

KRYPTONITA ES UNA EXTRAÑA COMBINACIÓN DE REALISMO SUCIO, POLICIAL NEGRO Y CÓMIC DE SUPERHÉROES AMBIENTADA EN UN MUNDO QUE QUEDA A LA VUELTA DE LA ESQUINA. UNA APUESTA ARRIESGADA Y NOVEDOSA.
(Por Ezequiel Dellutri). Vamos por partes: la idea no es original. De hecho, ni siquiera aspira a lo originalidad. Por el contrario, pertenece a ese regurgitar de conceptos culturales que parecen ser un invento norteamericano, pero ni eso podemos concederles: los griegos y sus numerosos antecesores lo hacían algunos milenios atrás, solo que no registraron la idea. Nuestros amigos del Norte sí lo hicieron y capitalizaron el arte de volver a contar mil veces las mismas historias. Así es como tenemos un Hombre Araña en las historietas, otro en el cine, otro en la televisión y hasta uno que canta y salta en Broadway.
Lo que nos lleva a los superhéroes y la década del noventa, cuando la editorial DC Comics, dueña de personajes tan emblemáticos como Superman y Batman, se estaba quedando sin argumentos y decidió que la mejor manera de solucionar su problema era inventar lo que ya estaba inventado. Surgió así la industria del elseworld. El concepto es sencillísimo: diseñar un argumento respondiendo a la pregunta “¿Qué pasaría si…?” Completar los puntos suspensivos demanda algo de creatividad, aunque tampoco tanta: Qué pasaría si alguno de nuestros queridos superhéroes hubiese vivido en el Lejano Oeste, qué pasaría si hubiese sido sacerdote, qué pasaría si hubiese sido vampiro, qué pasaría si… Lo dicho: no es tan difícil y la opciones son muchas, lo que permite contar lo mismo desde otro lugar, algo que en sí no tiene nada de malo y es, de hecho, la misma base de la literatura posmoderna: la tan mentada intertextualidad.
De esta misma idea parte Leonardo Oyola, el más original autor de relato policial negro argentino: ¿Qué pasaría si Superman hubiese llegado a un barrio pobre de La Matanza? Entonces no se hubiese convertido en un justiciero, sino en un criminal con un poco de Robin Hood al que el autor de Chamamé le regala uno de esos geniales sobrenombres que tan bien sabe pergeñar: Nafta Súper.
La historia comienza cuando una banda de delincuentes irrumpe en el Hospital Paroissien llevando al Hombre de Acero en andas, porque el villano de turno tuvo la perversa idea de atacarlo con la piedra que da título a la novela. Sus compañeros también son héroes, todos reconocibles para el que haya frecuentado en algún momento de su vida el mundo del cómic de superhéroes. De ahí en adelante, la historia avanza como un policial negro que roza el límite de lo absurdo y a veces hasta patina con absoluta premeditación.
Si algo hay que reconocerle a Oyola es la impecable capacidad no para oponerse al canon de la literatura argentina, sino para ignorarlo por completo. La apuesta de Kryptonita es arriesgada, porque desde el vamos, el autor de Siete & el Tigre Harapiento y Hacé que la noche venga tiene claro que no está escribiendo la gran novela argentina; sus lectores, hastiados de grandeza, lo agradecemos: la pretensión literaria suele llevarse mal con la literatura de género. Mezcla de nuevo cine argentino y cómic, la originalidad de este relato reside precisamente en no pretender ser original.
Pop hasta la médula, Oyola decide trasladar la intertextualidad al plano de lo popular. Como una suerte de Borges del conurbano bonaerense, en vez de cruzar en sus historias referencias a libros que quién sabe si existieron, lo hace con uno de los mayores mitos de la cultura de masas. Porque, ¿quién sabe? Tal vez si Brecht o Marechal hubiesen transitado las calles de Isidro Casanova no hubiesen reversionado Antígona, sino contado la historia de unos tipos a los que ni siquiera los superpoderes alcanzan para ser felices.

Publicado en REVISTACOMUNICA.COM.AR