lunes, 12 de diciembre de 2011

Un pasaje literario al conurbano

ESCRITORES NACIDOS ENTRE EL BARRO Y EL ASFALTO: ¿EXISTE REALMENTE UNA LITERATURA PROPIA DE LA PERIFERIA DE LA CIUDAD? CONTESTAN LOS AUTORES LEONARDO OYOLA, JUAN DIEGO INCARDONA, LUIS MEY Y MARIANA ENRÍQUEZ.

(Por Elisabet Contrera). Una nueva generación de escritores nacidos y criados entre barro y asfalto, en el corazón del Conurbano, se asoma en las librerías. Autores que se corren de los caminos habituales de la literatura argentina para capturar historias más genuinas de aquello que sucede en los bordes. No más una literatura donde las localidades bonaerenses son terreno del visitante furtivo o paisaje eterno y triste.

Tiempo Argentino convocó a un grupo de escritores que eligieron esa senda de producción. Al momento de llegar la cronista, Leonardo Oyola compartía una cerveza fría con Juan Diego Incardona, mientras Luis Mey amortiguaba una tarde calurosa con un cortado. Sólo faltaba Mariana Enriquez que arribó minutos más tarde. Aunque algunos no se conocían entre sí, se tenían presentes por de haberse encontrado en las páginas del otro. 

La consigna era reflexionar en torno a la literatura del Conurbano. Aunque al principio dudaron sobre la existencia de esa categoría, luego se convirtió en el motor de las reflexiones. Juan Diego Incardona (40 años) fue el primero en opinar. Ingresó al visor de la crítica literaria con su primer libro, Villa Celina, punto del partido populoso de La Matanza que lo vio caer y levantarse. Son 20 relatos donde tiene como personajes a La Chola, la curandera del barrio o Tino, el vecino eternamente vestido con los colores de Boca. “Si me muriera hoy, me quedarían muchas cosas por resolver, pero no la escritura, porque pude escribir sobre la Juanita, la Porota, mis hermanas”, dice satisfecho.

A Incardona no les gustan las etiquetas a la hora de analizar su trabajo, pero es consciente de esta línea literaria que nació 15 años atrás, con libros esporádicos, y que en el último tiempo derivó en un fenómeno “multitudinario”. “Generalmente, el Conurbano brillaba por su ausencia o aparecía como fruto de un viaje de alguien de la ciudad. Ese narrador tenía una mirada fascinada y temerosa sobre lo que se iban a encontrar”, analiza. “Hoy existen relatos de comunidad iluminados con distintas estéticas, mezclados con los intereses de cada uno, que dan cuenta de este universo mayor que es el Conurbano, tiene mayor autenticidad en la literatura y teniendo en cuenta que es la zona de mayor densidad demográfica de todo el país, era inevitable que surgieran”, describe.

Leonardo Oyola (38 años) arriesga una posible respuesta. “Por una cuestión generacional, es lógico que se empiece a dar importancia a este tipo de historias y más aun después de lo que pasó en 2001. Me fascina el delay entre el momento que lo llevás a la ficción y el momento en que pasó. Muchas de esas cosas estaban soslayadas, en nuestro imaginario, queriendo salir y el 2001 fue la mecha, lo que hizo explosión”, sostiene.

Oyola creció también en el oeste del Conurbano bonaerense, en la localidad de Laferrere. Su lenguaje literario es el policial y el género fantástico, su escenario es el Conurbano y su fuente, la cultura popular. Publicó varios libros, entre ellos, Siete & El Tigre Harapiento, y Chamamé, que recibió el premio Dashiell Hammett al mejor policial en la XXI Semana Negra de Gijón, un festival especializado en literatura policial y de género que desborda las calles y salas de la ciudad española.

Hoy es lectura segura también del mundillo comiquero. Su último libro, KrYptonita (por Random House Mondadori), imagina la vida de Superman si hubiera caído con su cápsula en Isidro Casanova. En este “universo alternativo”, a Clark Kent lo llaman “Pini” y no es un héroe solitario que lucha contra el Mal, sino que es el líder de una banda criminal integrada por versiones autóctonas de otros “superhéroes” clásicos como la Mujer Maravilla, Flash o Linterna Verde.

“El Conurbano es punta de lanza. Leerlo a Pablo Ramos, a Ariel Bermani, que son un poco más grandes que nosotros, leer al Jefe (en referencia a Incardona), las leyendas de Mariana (Enriquez), el descubrimiento de Luis (Mey) genera una sensación de déjà vu. Retratamos desde zonas diferentes, pero todos tienen puntos de contacto con lo vivido, con lo que uno quiere contar”, define. 

Luis Mey no proviene de los distritos populosos del conurbano profundo, sino que vivió en la zona norte del Gran Buenos Aires, en un barrio de clase media baja de San Isidro. Ese escenario determinó su producción literaria tanto como haber vivido la década del 90, que marcó el ritmo y el tono de sus historias. En Los abandonados primero y luego en Las garras del niño inútil, muestra a través del humor y la tragedia el efecto del menemismo en la vida social y la desintegración que genera.

“Escribir desde el Conurbano es un reaprendizaje de donde uno viene, esa vida intensa, donde hay que navegar río adentro. Lo que aprendí (en la universidad) venía de otro lado, de un lugar que no era el propio, pero el mío estaba lleno de historias”, resalta. “Tuve la suerte de haber crecido a 50 metros de La Cava y a diez cuadras de las Lomas de San Isidro”, agrega. 

“El desafío de nuestra generación es reconocer esas historias, tomarlas e imponerlas. Sabemos que hay textos que históricamente se imponen y por ello, nosotros tenemos que ser muchos más sutiles y pulidos y encontrar el tono para que llegue a los demás, derribar esas fronteras que a veces creamos nosotros y a veces, los otros”, analiza. “Estamos reaprendiendo la forma de crear cultura, la forma de enseñarla, nosotros sabemos que la esquina en nuestros relatos es importantísima, es la famosa encrucijada donde puede pasar cualquier cosa”, remarca. 

Mariana Enriquez (38 años) nació en la Ciudad de Buenos Aires, pero creció en Lanús, al sur del Conurbano bonaerense. En su novela Cómo desaparecer completamente, cuenta en forma cruda y áspera la historia de un joven que quiere escapar de una familia integrada por un cuñado dealer, una hermana con la cara desfigurada por un tiro, una madre empastillada y un padre que abusó de él durante años.

Por éste y otros tantos trabajos, fue invitada junto a Incardona a la 63º Feria del Libro de Frankfurt para debatir sobre este tema. “No sé si hay una literatura del Conurbano, pero sí hay obviamente escritores nacidos y criados en el Conurbano que están siendo honestos con dos cuestiones: la experiencia y la imaginación. A mi nunca se me hubiera ocurrido escribir sobre otro lado, es lo que conocí”, afirma. “No hay necesidad de camuflaje, de no escribir sobre nuestros lugares porque no son literalizables”, asegura. 

Ella prefiere una literatura que devele los matices de un conurbano heterogéneo. “El otro día estaba leyendo Sangre Salada, que es una crónica de la Feria La Salada, de Sebastián Hacher y lo notable es que no está mostrando al Conurbano como un territorio de pobreza y de marginación, sino como un lugar floreciente. Lo que es interesante es que al ser tan diverso y tener tanta gente, es una literatura que me interesa leer. El Conurbano no es homogéneo, pese a que hay deseo del otro de homegeneizarlo, de mostrarlo como un territorio que está después del Riachuelo y que quiere tomar por asalto la Capital.