(Por Fernando Castro Nevares) Como entrevistador, el escritor Leonardo Oyola no pierde el eje. Pregunta y repregunta mientras su entrevistado, él mismo, confiesa la razón de sus tatuajes y habla de piropos recibidos y anhelados. Además, regala una autofoto.
Sus tatuajes, su look característico y la seriedad con
la que suele fotografiárselo; ¿es una pose calculada para que, como todo
escritor de policial que se precie, intentar parecer más rudo?
Naaah… Ni ahí. Es solo
por coquetería. Lisa y llanamente. Si no sonrío para las fotos es porque no
tengo el comedor completo. Por eso no quiero mostrar los dientes. Soy como el Grupo
Sombras de Daniel Agostini: pura ventanitas.
¿No se arrepiente de tatuarse? ¿No piensa en cuando
sea viejo?
No lo pienso dos
veces. Lo hago. Es como escribir. Después de la primera vez que me tatué el
título de una novela ya no pude parar de hacerlo. Más con todo lo que me dio CHAMAMÉ.
Estaba en la mala. Me costaba seguir con la novela. Y este amigo y tocayo de
apellido Monezuelas me dice que me lo escribe bien grande en el pecho, para que
cuando me levantara y me mirara en el espejo fuera lo primero que viera. Y que
así no me iba a quedar otra que seguirla… Tienen su humor los tatuadores. Unos
jodones bárbaros. Monezuelas primero me escrachó MAMAME. Dijo que iba a hacer
más guita. O que por lo menos iba a ser más popular… Hmmm. Qué se yo. Por ahí no estaba tan errado.
¿Por qué lo piensa?
Juan Terranova, un
colega y muy querido amigo, cuando corregíamos las galeras del que iba a ser mi
primer libro publicado me sugirió que abriera un blog para difundir lo que
saliera de la novela. Y que para estar al tanto me gugleara. Yo no tenía
Internet en mi casa ni acceso en el laburo; así que Johnny me enseñó. Cuando
hicimos la búsqueda la primera página que aparece se llamaba Leonardo Oyola – Tu cola. Era de un taxi
boy. Se ve, en esa época, bastante popular el muchacho. Ahí supe que para esto
también, como mi homónimo, me iba a tener que pelar bastante el quetejedi.
¿Cual fue el piropo más lindo que le dijeron…
(Oyola interrumpe)
Habíamos ido de madrugada a tomar algo a un bar de tacheros que está cerca de
casa. Acodada en el mostrador, una travesti con anteojos de leer se estaba
cosiendo un corpiño. Mi novia pide un café con leche. El encargado le pregunta
si lo quiere acompañar con algo. Ella lo piensa un rato y le dice con un
churro. A lo que la travesti, después de escanearme de pies a cabeza, le
retruca a mi chica: “¿para qué querés si
ya tenés uno?”
Le preguntaba por su obra. Que qué fue lo más lindo
que le dijeron.
¡Ah! ¡Perdoná, man! Para mí el piropo es que te lean.
Habiendo tanto para elegir si alguien le entró a una novela mía o algún relato…
eso es hermoso. Muchos
me dicen Tigre. Viene de la primera novela que escribí. Del título (Siete & el Tigre Harapiento). Y eso
me cabe mil puntos. Porque ese apodo me lo gané escribiendo. Y porque ese apodo
me hace recordar lo que soy en todo momento: un escritor.