lunes, 24 de octubre de 2011

Acero inolvidable


(Por Ángel Alza). Atemperada en los distintos géneros populares era cuestión de tiempo que la literatura de Oyola rindiera culto al noveno arte. La historia es simple y eficaz: 29 de junio de 2009. Lunes por la madrugada. En la guardia del Hospital Paroissiens de Isidro Casanova ingresa herido de muerte Nafta Súper, líder de una banda criminal de la zona. Sus compañeros les exigen a los médicos que le salven la vida, mientras se atrincheran esperando la llegada de la policía. En medio de las negociaciones y antes del inminente tiroteo, el doctor que atiende a Nafta Súper descubre que no se trata de un hombre común. ¿Qué hubiera sucedido si, en lugar de aterrizar en Smalville, Kansas, la nave que traía al último hijo de Kryptón hubiera caído en el conurbano bonaerense?


Y le llegó el turno a la historieta nomás. ¿Cómo nace Kryptonita?
Siempre me llamó la ocasión que lo único que fuera capaz de debilitar tanto e incluso matar a un ser prácticamente indestructible como Superman fueran los restos de su lugar de origen. Ahí fue que se me ocurrió el que hubiera pasado si en lugar de caer en Smallville, Estados Unidos, ese bebé hubiera aterrizado en mi barrio y se hubiera criado allá; en Casanova.

¿Cuál es tu relación con el cómic de super-héroes?
Me empezaron a gustar mucho de chico. Tenía 24 años. Un amigo seguía a Batman y me pasó clásicos de Frank Miller, Alan Moore y Grant Morrison. Y en el Parque Rivadavia y Camelot terminé de cagar fuego con el Marvels de Kurt Busiek y Alex Ross y toda la etapa escrita por Peter David del Increíble Hulk. Después del uno a uno se me hizo muy difícil volver a comprar cómics. Y salvo regalos o préstamos no tuve tanto contacto como a finales de los noventa. Hasta hoy. Que ando muy enganchado con lo que hacen la gente de Historietas reales y otro tipo de cómics. No solo las de superhéroes.


¿Te documentaste para escribir la novela?
Sí. Mucho. Tuve la suerte de que tanto mi compadre como un amigo con el que estamos laburando su novela de zombies me pasaran mucho material. Desde imprescindibles como El hombre que lo tenía todo, ¿Qué le pasó al hombre del mañana? y la muerte de Superman, pasando por el Cuarto Mundo de Jack Kirby y hasta el All Star de Morrison; por nombrarte algunos... También las tres temporadas de la serie animada, la película de Richard Donner del 78 y la de Bryan Singer del 2006. Pude charlar mucho con estos conocidos que por ahí la tenían mucho más clara con el tema no solo del personaje sino del cómic en general. Y ahí focalizar en lo que más me interesaba contar: la humanización de estos seres superpoderosos.

Desde la memoria emotiva -siempre tan traicionera-, ¿cuál es la historieta de superhéroes que recordás con más cariño?
En la etapa del Panteón en el Increíble Hulk, el casamiento de Rick Jones. Todo lo que es la despedida de soltero con el Capitán América poniéndose la gorra con el tema de la chica que viene a hacerles un strip-tease, cuando le usan la tabla al Silver Surfer para cantar un tema de los Beach Boys o cuando, antes de que los pronuncien marido y mujer a él con Marlo, llegan a la fiesta los colados; que son ni más ni menos que una invasión extraterrestre que posta quiere ser parte de la boda y entran todos a repartir. Eso es la felicidad para mí. Ahora, si me tengo que poner serio, lo que me enganchó –droga pura y dura- fue Futuro Imperfecto. Si empecé a leer cómics de superhéroes, y lo sigo haciendo cada vez que puedo, fue por esa historia también del Hulk.


Siempre es difícil manejar la cólera de los ghettos culturales. ¿Pensaste en esto al meterte con los superhéroes? Y si es así, ¿Modificó en algo tu trabajo?
Lo que quise es ser respetuoso con el fan ya que me tomaba demasiadas licencias en la transposición de ese universo a mi imaginario: no era cuestión de agarrar también el codo. Cuidé mucho ese aspecto. Pero no por eso se modificaron en algún momento las decisiones y la dirección que tomé y elegí para Kryptonita.

¿Alguna vez te planteaste incursionar abiertamente en el noveno arte?
A raíz de esta novela, sí. Creo que es un gran desafío para uno como autor qué le puede llegar a dar y a sumar a estos íconos. El primero que escribí, y se va a publicar en un diario con dibujos de Iñaki Echeverría, se llama Caballo muerto. En este momento estoy trabajando en un guión de un western, por ahora tentativamente llamado Corbucci. Pero sería todo un honor que se comunicaran algún día conmigo para ver que se me ocurre o cual sería mi aporte para un personaje ya establecido. Ojota: sea súper héroe o no.

¿Por qué la Liga de la Justicia, en el conurbano, se transforma en un grupo de forajidos?
Porque así como juego con el concepto de elseworld también pensé a La Matanza como si fuera una Tierra 2. O sea: un territorio en el que ellos representaran todo lo contrario a lo que habitualmente son.

¿Carozo –de Carozo y Narizota- aparece a manera de vendetta personal con el pasado?
Hmmm… sí. Y no quiero hablar más del tema, Ángel. Te lo pido, te diría, prácticamente como un favor personal: no insistas más con lo de Carozo.

¿Te importa que el lector pueda decodificar el alter ego de los personajes? (Flash, Batman, Superman, The Joker, etc) ¿O sólo es un bonus a la hora del goce de la narración?
La intención es no dejar a nadie afuera de la fiesta. Que lean Kryptonita el mayor número de personas. Si entre ellos hay lectores de cómics, hay fanáticos que puedan pescar los guiños, joya. Tampoco era ponerme a desafiar, a mojar la oreja de los expertos en el tema a ver si agarraban todas las referencias y juegos. Que confundan a Etrigan con Mr. Mxyzptlk no es problema mío. Me daría pena por mi trabajo y por la historia misma que se quedara la lectura solo en ese gesto –el de buscar cuales son las siete diferencias con el modelo original- porque no es ni lo principal ni lo que motivó la escritura de esta novela.


En el caso del mal absoluto tras bambalinas… ¿Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia?
¿Vos querés saber si mi Darkseid es de Lomas de Zamora? ¡¿Qué se yo?!

Para terminar: ¿tres historietas nacionales y tres cómics de superhéroes que nos recomiendes con su respectivo por qué?
A ver:

-Morón suburbio, de Ángel Mosquito. Porque ahí está la mecha de algo que después explotó. ¡¿Y cómo?! No solo en el panorama local de historietas. Sino en cosas como las que yo hago en mi palo. A la distancia uno lo puede entender mejor: porque vi a dos Sres. Chorros vestidos como los gangsters de Tarantino cuetearle una pelota a unos pibes en un potrero; cuando me animé a escribir di gracias a que en mis lecturas haya estado Mosquito.

-Correrías del Sr. & la Sra. Rispo, de Diego Parés. Porque hacía mucho que no me reía tanto. Con carcajadas bien estruendosas (motivos de varias quejas de mi mujer) y dolor de panza incluido. Básicamente son gags bien tontos y todos girando en torno a la pija del Sr. Rispo. Establecen complicidad. Y la edición de Llanto de mudo es un chiche.


-Los resortes simbólicos, de Max Aguirre. Porque, con mucho humor y más ternura de lo que habitualmente sabemos mostrar en nuestros prontuarios, Max está escribiendo quienes somos con nuestros respectivos aciertos, temores y torpezas; exponiéndose primero él para que cuando nosotros cerremos el libro nos preguntemos: ¿y yo? ¿qué onda?

-El Flecha Verde de Kevin Smith y Phil Hester (Carcaj). Porque de entrada no se puede creer la charla que tienen Superman y Batman y de ahí en más no deja de ser una celebración en la que aparecen como invitados estelares gran parte del Universo DC. También porque habla de la muerte y resurrección de un personaje old fashion y con códigos con el que comulgamos bastante… cuando no se pone hippie.

-La saga del Confesor en Astro City, de Kurt Busiek y Brent E. Anderson. Porque es una historia policial increíble sobre la caza de un asesino serial que deviene en cuento de terror gótico y relato de ciencia ficción; sin por eso derrapar. Con un nivel de delirio propio del weird menace de Los hombres topos quieren tus ojos de Frederick C. Davis. Ponele.

-Top Ten, de Alan Moore y Gene Ha. Por el reparto coral de una humanidad increíble. Por el tono íntimo que campea constantemente en las relaciones de los policías. Ya sean protagonistas o personajes secundarios. Y por tener, a mi gusto, la mejor línea de dialogo y clímax que leí en mi vida:
“Capitán: solicito permiso para atacar con todo mi poder”.
“Hacela mierda, hijo”.