Kryptonita, su octava novela, es un cóctel letal de policial negro y cómic suburbano. / Por Matías Capelli. Foto Lola García Garrido.
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Sí, ocho son las novelas que en los últimos años lleva publicadas Leonardo Oyola. La primera, Siete & el Tigre Harapiento, es de 2005. No hace falta sacar demasiadas cuentas para advertir que estamos ante un caso atípico entre los escritores de su generación, la de los nacidos a principios de los setenta (él es de 1973). Este ritmo febril de escritura y publicación no es la única característica que Oyola comparte con el linaje de los autores de policiales, un género en el que reconoce referentes que van de Jim Thompson a Frederick C. Davis, pasando por los argentinos Guillermo Orsi y Ernesto Mallo. Pero lejos de todo clasicismo, el de Oyola es un policial bastardo, que se nutre de los más diversos afluentes. Si cada una de sus novelas implica la construcción de un mundo cerrado que opera según reglas que le son propias, en Kryptonita se mastica a un héroe del cómic como es Superman y escupe a Nafta Súper, el capo de una banda del conurbano que una noche cae herido en el Hospital Paroissien. Ahí su banda toma de rehenes a una enfermera y a un médico, que oficia de narrador de la novela, y se atrincheran para pasar la noche y resistir emboscadas enemigas. “Lo que más me interesa del cruce con este imaginario es la humanización de estos seres poderosos. Algo así como el Cristo hombre pidiendo ‘aparta de mí este cáliz’. Ese momento de duda. De flaqueza. Para después aceptar a su pesar quién es y su responsabilidad”, dice Oyola. Los cómics, confiesa, empezaron a gustarle de “chico” –a los veinticuatro, aclara entre risas. Primero fueron los clásicos de Frank Miller, Alan Moore y Grant Morrison, después Marvels de Kurt Busiek y Alex Ross y toda la etapa escrita por Peter David del Increíble Hulk. “Hoy en día ando muy enganchado con lo que hace la gente de Historietas reales y otros del estilo. Sí, nada de superhéroes.”
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Kryptonita (Mondadori)